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LA CALLE ES SU LUGAR… por RODRIGO ARAYA C.

El Estado ha decidido consultar a los ciudadanos si queremos cambiar la Constitución. ¿Por qué sería necesario cambiarla?

Propongo una hipótesis: se ha producido un cambio tan profundo en el concepto de ciudadanía, que el actual ordenamiento institucional es incapaz de darle cauce.

Hasta ahora, el Estado comprende la ciudadanía como universal y por lo tanto, indiferenciada. Así, democratizar equivale a lo que ocurre cuando en una laguna calma, arrojamos una piedra: ondas concéntricas comienzan a expandirse, llegando, en una situación ideal, a abarcar toda la laguna. Esta comprensión implica que a la larga, todos nos vamos a parecer a quien desde hace mucho tiempo está en el centro: un ser masculino, blanco, judeo-cristiano, propietario y heterosexual.

En consecuencia, nuestra institucionalidad reconoce únicamente la diversidad ideológica (socialismo, liberalismo, y los grises que ambos puedan crear), y no la identitaria, es decir, de otras opciones de vida. Un ejemplo de esto lo constituye la reforma que transformó Televisión Nacional de Chile en televisión pública, y no del Estado: para dar este paso, su directorio comienza a ser elegido en el Senado, pues se asume que allí está representada toda la diversidad chilena.

Sin embargo hoy, hay identidades que no son reconocidas en los canales que nuestra institucionalidad contempla. ¿Qué pasa con quienes se saben no masculinos, blancos, judeo-cristianos, propietarios ni heterosexuales?: no disponen de una institucionalidad que los acoja, por lo que para dar expresión pública a sus demandas, la calle parece ser inevitable. Ya hace años que cada marcha, independientemente de su reivindicación, atrae demandas diversas: animalistas, homosexuales, ancianos, mujeres, ambientalistas, indígenas.

El Estado ha intentado dar respuestas a esta explosión de diversidad. Ejemplo: el Registro Civil puso señalética en castellano y mapudungun. Pregunta: ¿habrá en cada oficina del Registro Civil un funcionario que pueda responder a quien habla mapudungun, o es el ciudadano (y no el Estado) quien está obligado a ser bilingüe?

El Estado sigue tratando de encauzar en su laguna calma a la ciudadanía. Por ello, cerca con rejas las veredas de las calles céntricas de muchas ciudades, pues desconfía del criterio ciudadano para elegir el lugar por donde cruzar.

El cambio constitucional debiera crear una institucionalidad con capacidad de dar expresión pública a una diversidad más amplia que la que el Estado de Chile alguna vez soñó. En caso contrario, la calle continuará siendo su lugar…