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UN DESTINO COMÚN por ERNESTO SEPULVEDA

Antes de que se cumpliera siquiera un mes, desde el reventón social, ya había ilustres intelectuales chilenos que habían publicado libros sobre el fenómeno. Así de rápido se han hecho los análisis y sacado las conclusiones. Lo cierto es que todos saben, o han acordado saber, que el 18 de octubre de 2019, cayó la gota que rebalsó el vaso. Todos saben cuando empezó esta escalada de movilizaciones, pero nadie sabe cuando terminarán.

Lo que fue pacífico o casi pacífico al comienzo, que fue masivo, festivo a ratos, fue dejando paso a escenas de pillaje, vandalismo y destrucción pocas veces vistas en Chile. El listado de demandas sociales encabezado por pensiones, salud y salarios, dio paso a un listado mas amplio, variopinto, diverso. De pronto se pasaba cuenta de todos los pendientes de la eterna transición a la democracia. De la incapacidad del gobierno para controlar el orden público, pasamos a la conducta pusilánime de la clase política, que desbordada totalmente, trataba de sumarse a la ola de demandas sociales. Personajes que han protagonizado la política del país, los últimos 30 años, figuraron rasgando vestiduras, con caras compungidas, hablando sobre la desigualdad.

Tanta hipocresía no les ha dado rédito alguno. Forzados por las circunstancias, de una asonada callejera que amenazaba la estabilidad del gobierno y de las instituciones, tuvieron que suscribir un pacto para llegar a un plebiscito en abril de este año. Obligados por el descrédito mas absoluto, los parlamentarios debieron aprobar leyes que reducen sus cuantiosas dietas, y otra que fija un límite a la reelección. Ambos proyectos fueron aprobados, en medio de aplausos de los mismos parlamentarios, pero aún falta su ratificación en la sala del Senado. Si efectivamemte se transforma en ley el límite a la re elección, políticos muy conocidos  dirían  adiós al Congreso. Sólo a título ejemplar, estarían despidiéndose del senado, en 2022:  Juan Pablo Letelier,  Gido Girardi,  Andres Allamand,  Carlos Bianchi, Alejandro Navarro, Jorge Pizarro, Víctor Pérez.

Se avizoran presiones de los afectados para dilatar su deceso parlamentario, pero se espera que la opinión pública esté muy pendiente de esta materia.

Vamos para los 4 meses de movilizaciones, en las ciudades más grandes del país, se ha convertido prácticamente  un hábito. El deterioro del espacio público en estas ciudades, salta a la vista, con sólo recorrer las calles del centro. Ciudades tranquilas y bien mantenidas, como las del sur austral, tampoco se han librado de vandalismo, de la destrucción, incendios, rayados con insultos y obscenidades.

Quienes hicieron de la política un oficio, quienes se hicieron fuertes y poderosos en ella, ahora callan. Las voces sensatas que antes llamaban a la moderación, que llamaban al encuentro entre ciudadanos, entre compatriotas, entre hermanos, hoy callan. Se teme a la respuesta violenta de quienes medran en las redes sociales. Esta actitud de cobardía, cuando no de complicidad interesada, la hemos visto en todo el espectro político. Es la glorificación de la protesta violenta, se rinden loas y alabanzas al que oculto en el anonimato de la multitud, quiebra los vidrios de museos o profana tumbas.

Nadie se arriesga a decir lo que el grupo más radical no quiere oír. Mientras 8 millones de chilenos continúan yendo todos los días a sus trabajos. Llegando como pueden por la destrucción de paraderos, y estaciones de metro. Ellos, los sujetos cuya vida sacrificada, y llena de privaciones, ha sido la justificación del estallido social, han visto afectada su ya difícil existencia. En las grandes ciudades la vandalización de supermercados, de pequeños comercios, de farmacias, de oficinas, ha significado la pérdida de empleos, pero también el deterioro de los barrios. La destrucción de luminarias, de semáforos y de cámaras de seguridad, y rayados e insultos en las fachadas de modestas casas particulares, afecta la vida misma de quienes debieran ser la principal preocupación, en el nuevo Chile.

Existe una lección que aprender acá. No existe ningún atajo para lograr el desarrollo económico. No existe ninguna posibilidad de construir una sociedad prospera e inclusiva, sin crecimiento económico. No se logra el crecimiento económico, sin orden público y estabilidad en las instituciones.

Estamos como país en un punto de inflexión, lo que los economistas llaman “la trampa de los países de ingresos medios”. Para salir de este bache, y poder saltar al desarrollo, se requiere de un gran acuerdo, de un gran consenso social y político. Esa es ni más ni menos, la oportunidad que tenemos por delante. La posibilidad de acordar las condiciones en que nos desarrollaremos como país. La discusión constituyente, no es un mero ejercicio para abogados o juristas, es la oportunidad de que fijemos el rumbo, que miremos por primera vez en nuestra historia republicana, a Chile, como un espacio que construimos todos juntos.

Y todos juntos, significa el encuentro con quienes piensan distinto a nosotros, un encuentro que requiere paz, requiere orden público y requiere instituciones funcionando. Incluido el congreso y el presidente de la República, Eso es lo que le debemos a quienes han quedado a la vera del camino a lo largo de la historia. Abrir espacios, abrir sendas y tender puentes, todos los necesarios, para que  nadie quede atrás, y lleguemos juntos a nuestro destino común.

Ernesto Sepúlveda Tornero

Punta Arenas, Lunes 24 de febrero de 2020.-