contador de visitas gratis

“HERMANOS TODOS Y EL 18 DE OCTUBRE” por Javier Muñoz Vidal

Alrededor de la fiesta religiosa de Francisco de Asís, el Papa -que lleva el mismo nombre del Santo- firmó su más reciente Carta Encíclica en aquella ciudad, la que denominó Fratelli Tutti (Hermanos Todos).

Una Encíclica, es el documento más importante que puede escribir una autoridad de la Iglesia Católica, se suma al llamado “Magisterio de la Iglesia”, es decir, a la enseñanza que esta adiciona a sus textos de fe.

Entremos en materia, Fratelli Tutti, toma su título de un escrito de San Francisco de Asís, denominado “Admoniciones”, por lo que se intuye sin iniciar la lectura de la misma, hacia donde quiere ir este texto, hacia la fraternidad como valor y como un elemento para definir la convivencia mundial, las sociedades y las naciones.

Previo a su lectura completa, ya recibió su primera crítica, a raíz que el título sólo se refiere a “hermanos” y no a “hermanas”, aunque es una cita de hace varios siglos, no hubiera sido un mal gesto para ponerse a la altura de los tiempos.

Adentrándose al texto, este parafrasea los valores basales de la ilustración, pero los ordena considerando que la libertad y la igualdad, son frutos de la fraternidad, por lo que establece que este es el hilo conductor para la buena convivencia humana.

En su capítulo tercero, aplica una crítica al concepto de la propiedad privada, ya que esta debe ser utilizada con fines fraternos y solidarios, y no como un espacio de acumulación, separación o segregación. Francisco incluso menciona la función social de la propiedad privada, para alcanzar la economía social.

Al llegar el capítulo quinto, habla sobre “el buen político”, incluso acuñando el concepto del “amor político”, en relación a su trato, preocupaciones y convivencia en los espacios que ocupa. Dato interesante para evaluar la convivencia actual en estos espacios.

Su capítulo sexto, presenta la cultura del consenso, como una realidad que no se opone a la “verdad”, llama a un diálogo constante, y no como una acción reactiva, sino la señala como una presencia, dando como ejemplo la importancia del mundo científico.

En el capítulo séptimo, habla sobre los “caminos hacia un nuevo encuentro”, y reafirma la importancia del perdón a nivel social, pero con la presencia del recuerdo y enseñanza constante, dando como ejemplo el caso del holocausto o las guerras entre naciones, donde se deben sobreponer a los conflictos pasados, pero sin olvidarlos, para construir de verdad ese nuevo camino.

Finalmente, en el capítulo octavo, menciona el rol de religiones al servicio de la fraternidad en el mundo, ya que desde sus enseñanzas, debe encontrarse sustento para ella.

Ahora, como aplicamos esto para Chile, este domingo que acaba de pasar, nos recuerda un año desde que las movilizaciones sociales y las demandas de diversos sectores de la población, dejaron de ser un murmullo, para estallar en las calles principales de todas las ciudades del país. Un clamor potente y claro, que nos lleva a que el domingo 25 de octubre tengamos un plebiscito, que iniciará, si la voluntad popular así lo dice, el camino hacia una nueva constitución.

Nuestra convivencia previa al 18-0, deja bastante que desear, si la miramos bajo el prisma del documento presentado, el diálogo, la consideración real de las necesidades de la población y los consensos, estaban lejos de ocupar los espacios de la discusión de quienes han tenido en sus manos las posibilidades de mejorar las condiciones del país. Fue tardía la respuesta a los problemas de fondo, y en la mayoría de los casos, sólo quedaron en anuncios que más allá de reluciente titular, pocas medidas reales han provocado.

Ha pasado un año, en que la pandemia ha servido como catalizador de los encuentros en las calles, pero ha profundizado las brechas evidenciadas por los carteles de ciudadanos y ciudadanas que nos volcamos a las calles durante extensas jornadas de movilización.

Espero que quienes se hacen llamar creyentes y se encuentran en espacios de decisión, les cale profundo el texto del Papa, les sirva como un espacio de reflexión, pidan perdón por los malos manejos, que han significado incluso pérdidas humanas y mutilaciones corporales, pero lo más importante, enmienden el curso, para una solución pacífica y pronta a las necesidades evidentes de la gran mayoría de chilenos y chilenas.

La fraternidad en nuestra nación es posible, el perdón también. Pero estos dos puntos solo se logran en verdad y justicia.

Javier Muñoz Vidal

Licenciado en Educación

Vanguardia Comunitaria