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¿CUAL CONSTITUCION LEISTE TU?

Soy un convencido que fuera de algunos cines hay un café, porque quienes van acompañados a ver películas, al salir, necesitan saber si vieron o no la misma película.

Y en el café, después de la función, se dan cuenta que vieron una película bien parecida, pero no la misma. Exacta exactamente la misma, no. Y si no hubieran conversado, no se habrían dado cuenta de ello.

Antes de votar en el plebiscito del domingo, faltó sentarnos en un café y una conversación más serena sobre la Constitución que leímos. Así, nos habríamos enterado que había más de un proyecto constitucional. El mismo texto, la misma impresión, hasta es probable que los mismos artículos destacados con el mismo color, pero dos constituciones. No una, dos. O incluso más: una por cada uno de los y las contertulios.

Y esto no me parece una cuestión negativa. Me parece algo inevitable dada nuestra condición humana. Por lo tanto, un aprendizaje necesario. Las personas al ver una película, evaluar un o una famosa, o leer una propuesta constitucional, lo hacemos con unos significados previos que nos parecen valiosos. Y de allí, que haya más de una película, más de un juicio sobre famosos o famosas, y más de una propuesta constitucional.

Ahora, trato de aterrizar el planteo.

Recién con los resultados electorales del domingo, y dado en que no estuve en muchos cafés, pude detectar que hubo al menos siete proyectos constitucionales: dos que engloban el Apruebo, y los cinco restantes que explican el Rechazo.

Los del Apruebo:

– Este proyecto permitiría botar la Constitución de Pinochet, y así por fin acabar con una ya eterna transición. No son pocos los y las chilenas que votarían favorablemente cualquier proyecto con tal de quitar la del 80. De hecho, no hubo ni habrá cómo convencerles que la que está vigente hace ya tiempo no es la de Pinochet.

– Es un proyecto que permite pasar de un Estado subsidiario a uno social de derechos; de una institucionalidad homogeneizadora a una que reconoce la diversidad, lo que incluye la declaración plurinacional; de una democracia puramente representativa a una directa, con elementos como la iniciativa ciudadana de ley; que favorece una relación más armónica de los humanos con el resto de la naturaleza. Es decir, una propuesta que permite un contrato social apropiado a los tiempos que corren, y pertinente con las nuevas sensibilidades ciudadanas.

Las del Rechazo:

–  La de quienes creyeron que debido sus privilegios se iban a acabar debido a la ampliación de derechos que implicaba la propuesta. Esto parte del supuesto que en nuestra sociedad (aunque no solo aquí) hay personas que tienen privilegios que les permiten ocupar una posición de superioridad (material, pero no solo) respecto del resto de la sociedad. Y esta posición se ve en peligro, si estos privilegios se transforman en derechos, es decir, se amplían. Un ejemplo simple es la participación de las mujeres en la definición de lo público, con lo cual los hombres perdieron este privilegio, del que habían gozado desde tiempos inmemoriales.

– La de quienes creyeron que el proyecto ponía en riesgo lo poco que han logrado poseer (porque en algunos casos, es realmente poco), o lo que aspiran poseer. La propiedad sobre las pensiones y la casa, la posibilidad de la herencia, el valor que se daría a una propiedad en caso de ser expropiada, son indicadores de esta lectura. La desconfianza en la calidad de bienes y servicios provistos por el Estado (salud, educación, por ejemplo) confirma esta forma de entender la propuesta. Y por lo tanto surge una legítima aspiración a obtener bienes y servicios en el sector privado, y no en el público.

– La de quienes ven como un peligro que temas como los vinculados a lo sexual y reproductivo, salgan del ámbito puramente privado (esto es, la familia), pues así se corre el riesgo de que conductas que son percibidas como desviadas o antinaturales, comiencen a adquirir legitimidad. Así, este proyecto fue leído como una ruptura con aquello que se considera correcto, y la posibilidad de que fuera el inicio de la ruptura de esta rectitud.

– La de quienes ven con desconfianza cualquier proyecto (nueva Constitución incluida) que provenga del Estado. Mientras más “obra de políticos” parezca, más justifica estimar que debe ser malo, que trae letra chica, y que solo busca favorecer a quienes están en el poder para continuar en él. ¿Cómo no desconfiar de la institucionalidad, si los Gobiernos y las autoridades del Estado cambian, y la situación personal y familiar se mantiene?

– La de quienes no logran ver si hay alguna relación entre una Constitución y su vida cotidiana. Por lo tanto, más que una oportunidad para expresar opinión sobre el futuro del país, el plebiscito fue visto como una oportunidad de fortalecer relaciones familiares, afectivas, de amistad, laborales, religiosas, u otras. O al menos, no debilitarlas. Entonces, el voto se definió de modo tal que no pusiera en tensión relaciones humanas que se ven más relevantes que la institucionalidad del país. Y al percibir que Rechazo era una avalancha indetenible, no se iban a perder en votar en este sentido.

Esos son los siete proyectos constitucionales que percibo.

Mi interés no radica en presentar un listado acabado de cuántas Constituciones había en el electorado. Más bien, con este ejercicio de presentar las siete constituciones que yo veo, busco solo mostrar que no había UNA, sino varias más. Tal vez alguno de ustedes no comparta que estas son: estima que algunas están de más, o extraña otras, por ejemplo, la propia.

Me conformo con que compartan que, efectivamente, no había UNA Constitución.

Me interesa esto fundamentalmente porque así evitamos una pregunta que nos puede llevar a invalidar al otro: ¿pero cómo Aprobaste un texto tan malo?, o ¿cómo Rechazaste un texto tan bueno? Estas preguntas nos impiden averiguar cómo entendieron la propuesta que los llevó a votar en una u otra dirección.

Por ello propongo que la pregunta sea la misma que hacemos al salir del cine: ¿qué te pareció el proyecto de Constitución?

Y así como al salir del cine, no buscamos imponer nuestra apreciación de la película que acabamos de ver juntos o juntas, sino ver cuestiones que el otro vio y nosotros no, tampoco lo hagamos con la apreciación ciudadana sobre la propuesta.

Enterarnos que hay más de una Constitución, y que esto no es bueno ni malo -más bien inevitable-, nos hubiera servido, antes del cuatro de septiembre, para evitarnos la sorpresa del resultado.

Después del 4 de septiembre nos sirve para animar el diálogo ciudadano.