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CARTA ABIERTA AL EMBAJADOR DE ISRAEL EN CHILE.

Por Irene Bronfman Faivovich, Periodista, ex Embajadora de Chile en Israel, Doble Master en Derecho Internacional y Derechos Humanos, Instituto Europeo Campus Stellae, para https://www.pressenza.com/es/

Con todo el respeto que me merece el Embajador de Israel en Chile, señor Guy Artzyeli, a quien no tengo el gusto de conocer, me resulta inexplicable su reacción a las palabras emitidas por el Canciller chileno, Embajador Alberto Van Klaveren, a través de su cuenta X, en relación al actual conflicto que enfrenta al Estado de Israel con Hamas, el grupo terrorista que gobierna la Franja de Gaza.
Luego de una condena absoluta emitida por el Gobierno de Chile a los ataques de facciones armadas de Hamas contra pueblos y ciudades de Israel, en particular contra civiles y, tras el correr de las horas, durante las cuales la legítima respuesta israelí se empezó a vislumbrar, el Ministro Van Klaveren, responsablemente y siguiendo el estricto apego del Estado de Chile al Derecho Internacional y Humanitario, llamó a las partes en conflicto a respetar sus normas, “aún en el ejercicio de la legítima defensa”…lo que vale tanto para ¨Hamas, la Yihad Islámica, el Estado de Israel y cualquier otro actor que intervenga en el conflicto¨.

Hasta en la guerra, señor Embajador, hay normas de Derecho Internacional y Derecho Internacional Humanitario ante las cuales las partes en conflicto tienen y deben atenerse. Que una de las partes no lo haga no justifica, de ninguna manera, que la otra parte tenga que seguir igual conducta. Pedir, de la forma más correcta y respetuosa, que las partes de un conflicto armado se atengan a dicha normativa es lo correcto. Y enfatizar aquéllo, aún cuando no se trate de partes en conflicto equivalentes,  como lo hiciera el Canciller Van Klaveren,  denota responsabilidad y cordura.
Incluso más. Ante la toma, por parte de Hamas, de más de un centenar de rehenes israelíes el director regional de la Cruz Roja Internacional, Fabrizio Carboni, declaró: “Quiero dejar claro que llevar a cabo, o amenazar con llevar a cabo, una acción de toma de rehenes está prohibido bajo el Derecho Internacional Humanitario… Cualquier detenido, incluidos combatientes, deben ser tratados con humanidad y dignidad. Todas las partes deben respetar sus obligaciones bajo el Derecho Humanitario. Esto no es negociable”.  Lo expresado ahí, a mi juicio, cabe también para el trato que Israel dé a los combatientes de Hamas que ha cogido prisioneros. Me pregunto si el Embajador
Artzyeli cuestionará a la Cruz Roja Internacional, por haber considerado a Hamas una de las dos partes involucradas en este terrible conflicto.
Es cierto  que el ataque que ha sufrido y sigue sufriendo Israel desde la madrugada del sábado 7 de octubre pasado, por parte de facciones armadas del grupo terrorista Hamas, ha sido terrible. Y terrible han sido sus consecuencias en  víctimas fatales,  en el más del millar de heridos y en decenas, se dice, de rehenes  (vivos o muertos) trasladados a Gaza con la intención de utilizarlos como cartas de negociación. La tragedia que se ha cernido sobre Israel  tiene sólo un antecedente en la corta historia de esta nación: la guerra de Yom Kippur, hace 50 años y algunos días. Conflicto armado que, como el actual, sorprendió al país (aunque no a sus  más altos estamentos civiles y militares) y cuyos resabios permanecen en la memoria colectiva hasta el día de hoy.
Pero, señor Embajador, que gente fanática, con tanta rabia, con tanto rencor acumulado, con tanta barbarie, rompa barreras  aparentemente inquebrantables,  como las que separan Gaza de Israel, y entre a territorio enemigo, ataque civiles y los masacre, como sucedió en algunas partes, no significa que Israel – o cualquier otro país del mundo que sufra una situación semejante- tenga el “derecho” de replicar sin consideración al Derecho Humanitario.
Hamas, señor Embajador, no es una entelequia. Es, ciertamente, un grupo fundamentalista islámico y terrorista de temer, que ha cultivado la rabia y el odio que se ha ido acumulando por muchos años en el seno de una población, palestina, que se siente abandonada. Su existencia y fortaleza no es el resultado del azar. Olvidarse de lo que es el enclave de Gaza y de sus 2 y más millones de seres humanos, que viven atrapados en el lugar más densamente poblado de la Tierra y bajo las leyes del gobierno de Israel, que cuando se le ocurre o considera pertinente les abre o cierra la luz, el agua o la provisión de alimentos. Que cuando quiere mostrarse tolerante amplía los permisos de trabajo o accede el paso a sus enfermos hacia hospitales israelíes… Olvidarse de todo aquéllo y pensar que la fortaleza de Hamas proviene sólo de sus postulados fundamentalistas e islámicos, es errar en el análisis. Esa visión es simplista e impide percibir el enorme resentimiento que, durante años, ha ido germinando en la población palestina de la mano de políticas israelíes arrogantes, discriminatorias y displicentes. Todo lo anterior, caldo de cultivo, sin
duda alguna, para su reclutamiento por parte de fuerzas geopolíticas como Irán, cuyos intereses van mucho más allá de las  demandas  que pudieron, alguna vez. haber convencido a las bases de un movimiento como Hamas.
No está de demás, aquí, reflexionar. Cuando niños palestinos, en los territorios de la Autoridad Palestina, o Estado de Palestina, desde 1988,  ven sus hogares aplastados por tanques y grúas israelíes, porque sus padres o uno de sus hermanos, o alguno de sus tíos u otro familiar directo o  indirecto estuvo involucrado en acciones violentas contra israelíes; cuando ven los escombros de lo que fue su hogar, cuando ven a sus madres y hermanas humilladas y maltratadas.
Cuando son testigos de la violencia de un ejército israelí que entra a polvo y  fuego, con el único fin de destruir…. una especie de Fauda, señor Embajador, que ha impresionado a tantos países del mundo…cuando éso se gesta, no se puede NO esperar una respuesta. Aunque no son parte de la franja de Gaza, esos niños crecen, se desarrollan, piensan… Y esos niños de repente se dan cuenta que no tienen oportunidad en la vida; que están atrapados en una realidad que no les gusta. Unirse o colaborar con Hamas es tentador.
Por razones personales, llevo viviendo entre Chile e Israel desde hace ya 17 años. Llegué a Israel como Embajadora de Chile, bajo el primer gobierno de la Presidenta Michelle Bachelet, a quién, hasta el día de hoy, agradezco la nominación por lo que  he aprendido, no sólo de política internacional sino, fundamentalmente, en materia de humanismo y derechos humanos.  En el curso de estos años, me ha tocado vivir unas cuantas guerras y, de cuando en cuando,  sigo corriendo al refugio antiaéreo que, por suerte, tengo en mi departamento. No todos los israelíes los tienen, señor Embajador. Hay israelíes, pueblos beduinos cercanos a Gaza, que en estos pocos días de verdadero salvajismo no han tenido dónde refugiarse. Muchos han muerto. Otros son parte de los rehenes.

Hay granjas colectivas (conocidas en hebreo como  kibutziim y moshavim) cercanos al borde con Gaza, cuyos habitantes fueron las primeras víctimas del ataque y que debieron esperar horas para recibir el respaldo que merecían ¿Por qué? Por una parte, por una persistente interpretación errónea del sentir local y, por otra parte, porque el gobierno israelí actual, pleno de fanáticos ultranacionalistas, está concentrado en proteger a los suyos, un grupo de exaltados y pseudoiluminados judíos, los “colonos”, que se empeña en extender el dominio israelí en los territorios ocupados de Cisjordania. Y enfatizo el término “colonos”, porque justamente en estos días hay una película
chilena  -Los Colonos, presentada recientemente en el Festival Internacional de Cine de Haifa y muy posiblemente candidata al premio Oscar, en la categoría de mejor película extranjera – que muestra muy bien, y muy dramáticamente, lo que significó, en la historia de la creación de la nación chilena, la aventura colonial.
Estimado señor Embajador Artzyeli, por suerte para nosotros, el pueblo judío, hoy no sólo contamos con el Derecho Internacional Humanitario sino, también, con un país, una nación que surgió de otros escombros… Nuestra historia, la de nuestros ancestros, plagada de principios y valores básicos de humanidad, es la que debe guiarnos y nos debiera diferenciar. Yo digo Sí a la legítima defensa. No al Ojo por Ojo.