El día 21 de septiembre de 1843 se produjo una de las hazañas más importantes de la Marina
nacional, la fecha recuerda la gesta de la goleta Ancud y los 22 hombres y mujeres de su tripulación, que tomaron posesión para el estado de Chile del Estrecho de Magallanes y territorios adyacentes. Huelga decir la importancia estratégica de esta hazaña, que consagró para Chile el dominio de la que fue durante medio siglo la principal vía marítima del continente, único nexo por ese entonces de Europa con los puertos del Océano Pacífico, siendo el primero de ellos, la joya del Estrecho, Punta Arenas.
Es justo y necesario recordar el trabajo tesonero del senador magallánico Pedro Muñoz Aburto, quien no dejó puerta que golpear en sucesivos gobiernos, luchando por el reconocimiento de este hecho histórico en los textos escolares, y consagrar el 21 de septiembre como “Día del Navegante Chilote y del Territorio Chileno Austral”. En sesión ordinaria del Senado del 19 de mayo de 2009, el senador Muñoz, exponía:” Señor Presidente, una de las preocupaciones del Padre de la Patria Libertador Bernardo O’Higgins fue incorporar a la soberanía nacional las tierras australes. Posteriormente, el Presidente Manuel Bulnes encomendó al Intendente de Chiloé Domingo Espiñeira que constituyera un grupo de tripulantes para tomar posesión del Estrecho de Magallanes. Fue así como la tripulación de la goleta «Ancud», al mando del capitán de fragata
Juan Williams Rebolledo, el 21 de septiembre de 1843 tomó posesión del Estrecho de Magallanes, 24 horas antes de que llegara al lugar una fragata gala. O sea, esa región pudo ser francesa y no chilena. Gracias a los navegantes chilotes se incorporó a la soberanía del país esa importante zona del territorio austral.” La declaración el año 2024 como día feriado regional el 21 de septiembre, fue fruto de los esfuerzos que por años realizó el senador Muñoz, y que continuaría el Senador Bianchi y la diputada Goic. Un reconocimiento pequeño, aún insuficiente, dada la importancia de este hito.
En nuestra Historia, quedaron grabadas para siempre las palabras del general libertador Bernardo
O’Higgins, quien estando en su lecho de muerte en Perú, el 24 de octubre de 1842, pronuncia estas proféticas palabras “Magallanes, Magallanes”. Sólo un visionario, un hombre de estado como el padre de la patria, podía mostrar el camino que Chile debía seguir. Afortunadamente en la hora clave, el liderazgo preclaro del presidente Manuel Bulnes determinó asumir con decisión y coraje la gran tarea. Es así como se encarga al ministro Manuel Montt, disponer las medidas para que el estado de Chile tome posesión del estrecho y del territorio austral. Del dicho al hecho hay mucho trecho, como decían antes. El ministro Montt se encuentra en Santiago, a más de tres mil kilómetros del Estrecho de Magallanes. Se sabía de la existencia de inmensas
masas de hielo que hacían imposible el avance por tierra, siendo la vía marítima la única opción viable.
Entonces, Montt adopta una decisión que sería trascendental para el logro de la misión. Mediante instrucción de abril de 1842, ordena al recién designado intendente de Chiloé, Domingo Espiñeira, informarse sobre la existencia de lugares en el Estrecho de Magallanes, con terrenos propicios para el cultivo y residencia de pobladores. Y de ser eso efectivo, equipar una expedición que explorara el territorio. Con los informes favorables en su poder, el intendente Espiñeira, dispuso la organización de la expedición, designando para encabezarla al capitán de Puerto de Ancud, capitán de fragata John Williams Wilson, conocido por su nombre traducido al español de capitán Juan Guillermos. El primer gran hito de la expedición, fue proveerse de los medios para realizar la travesía marítima, ya que no se contaba en Chiloé con una nave adecuada para el viaje. Se decidió construir una nave especialmente acondicionada para la expedición. En una prueba de
destreza de los maestros carpinteros de bahía chilotes, se construyó una embarcación de treinta toneladas, con aparejos de goleta. Este proyecto de construcción naviera, superó todas las embarcaciones construidas anteriormente en los astilleros de Chiloé. Dada la lejanía con el centro del país, y que no se contaba con producción local de estos elementos, debió encargarse al distante puerto de Valparaíso, todos los materiales y aparejos necesarios. El intendente Espiñeira, encargó: clavos, planchas de cobre, lona, cadenas, anclas, pinturas, brea, alquitrán. También se aprovechó la riqueza del bosque nativo, y para la construcción del casco, quilla, cuadernas, etc., se utilizó nobles maderas nativas, como robles, alerces, laurel y mañío. Los remos se
fabricaron de avellano por su firmeza y elasticidad. El 22 de mayo de 1843, un año y un mes después de que Domingo Espiñeira, asumiera la Intendencia de Chiloé, y recibiera la instrucción del ministro Manuel Montt, la Goleta de Guerra Ancud dejaba su fondeadero, a los gritos de ¡Viva Chile!
La Goleta Ancud como buque construido y equipado por el estado de Chile, se incorporó a la escuadra nacional. Como su comandante asumió el Capitán de la Marina Nacional don John Williams Wilson o capitán Juan Guillermos. La tripulación estaba conformada por el Piloto 2° adscrito a la Marina Nacional Jorge Mabon, el Timonel Ricardo Didimus y seis marineros. La guarnición destinada a cubrir el futuro Fuerte Bulnes constaba del Teniente de artillería Manuel González Idalgo, un Sargento Segundo, un Cabo y cinco soldados.
En el carácter de naturalista voluntario, encargado de estudiar el clima y la agronomía, se incorporó el explorador prusiano Bernardo Phillipi. También integraba la tripulación un carpintero llamado Horacio Luis. Y las esposas de dos soldados, doña Venancia y doña Ignacia. Se dispuso en el pañol y bodega de la goleta, víveres para la alimentación de veintidós personas durante siete meses: porotos, charqui, harina flor, galletas marineras, té negro y té perla, ron, aguardiente, vino corriente, vino dulce y vino de San Vicente. En tanto sobre cubierta, viajaban dos cerdos, tres perros, una pareja de caprinos y un gallinero compuesto por diversas aves de corral. El viaje de la Goleta Ancud, estuvo lleno de vicisitudes y peligros, de muy extenso relato para
incluir aquí, historia que les invito a leer. Los valientes hombres y mujeres de La Goleta Ancud, vencieron todas esas dificultades y penurias, y, el 18 de septiembre de 1843 surcan las aguas del Estrecho de Magallanes, llegando el 21 de septiembre al lugar denominado como Puerto del Hambre. La goleta luego navega frente a Punta Santa Ana, donde desembarcan, este acto constituye la solemne toma de posesión del Estrecho de Magallanes, y del territorio que lo circunda. Se desembarcó un cañón, disparándose 21 salvas, las que fueron respondidas desde la goleta Ancud.
El viaje señero de la Goleta Ancud, constituye una de las páginas más hermosas de la historia de
Chile, escrita por hombres de la marina de Chile, y por hombres y mujeres civiles, navegantes chilotes e intrépidos colonos. Se afianza de este modo el dominio y soberanía de Chile sobre el Estrecho de Magallanes y la Patagonia. Como bien, lo recordaba el senador Pedro Muñoz en 2009, al día siguiente, del arribo de la Goleta Ancud, fondea junto a ella, la fragata de guerra francesa “Le Phaèton. Algunos días después, el 30 de octubre de 1843 se bautiza el fuerte, como Fuerte Bulnes, en honor al presidente que ordenó tomar posesión del estrecho y de estas tierras. En la ocasión se disparan salvas de 21 cañonazos desde el cañón del fuerte y por el cañón de proa de la goleta Ancud, los que son respondidos por el bergantín norteamericano “Sapewing”, fondeado en la rada. El capitán Guillermos, iza la bandera de Chile, y rompe una botella de vino
en uno de los muros del fuerte, quedando formalmente inaugurado.
Al día de hoy, habiendo transcurrido 182 años, de la gesta de la Goleta Ancud y su tripulación de navegantes chilotes, podemos dimensionar la magnitud de su hazaña, siendo testigos de la creciente importancia del Estrecho de Magallanes, en las rutas de navegación mundial, y la proyección estratégica de su territorio adyacente en el siglo XXI.
Ernesto Sepúlveda Tornero