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«UN TIEMPO PARA SANAR» por Ernesto Sepúlveda Tornero

Esta semana se efectuó la votación, para elegir al nuevo presidente de los Estados Unidos. También se renovó, la cámara de representantes y el senado. Fue una durísima campaña, donde el presidente Trump, hizo gala de su estilo, desafiante, insultante a ratos. Inundando las redes sociales, y los medios, con noticias falsas, del estilo “Si ganan los demócratas, llegará el socialismo”, “Si eligen a Biden, seremos como Cuba o Venezuela”.  El grado de polarización fue llevado al límite, pero una movilización sin igual de votantes, finalmente le dio la victoria, a la combinación Joe Biden, presidente y Kamala Harris, Vice presidenta. Con una participación del 65% del electorado, fueron estas las elecciones con mayor participación en la historia de los Estados Unidos. El presidente electo Joe Biden, obtuvo más de 75 millones de votos, la mayor cifra obtenida por presidente alguno. Obtuvo de este modo la mayoría absoluta en el voto popular, superando por más de 5 millones de votos a Donald Trump.

Seguramente, muchos se confundieron al ver en la TV, como el día de la elección, el conteo de votos seguía, y seguía, sin parar. Algunas personas incluso, creyeron que el presidente Trump había obtenido la re elección., debido a que el mismo salió diciendo “Yo gané, ya no cuenten más”. Insólitas declaraciones, viniendo del presidente de la democracia más antigua del mundo.

La causa de esta confusión, proviene del sistema electoral existente en los Estados Unidos. Allá la votación popular, que en este caso favoreció ampliamente a Biden-Harris, no determina la elección presidencial. El sistema para elegir al presidente, es indirecto. En cada estado de acuerdo a la votación de cada partido, cada opción elige miembros de un colegio electoral. Son los llamados “electores”, cada estado tiene un mínimo de 3 electores, y va subiendo de acuerdo a su población, Nevada, por ejemplo, elige 6 electores, en tanto Pensilvania, elige 20.

¿De dónde proviene este sistema electoral?, tan distinto al que tenemos en Chile. El colegio (o conjunto) electoral, fue establecido en 1787 en la convención constitucional de Filadelfia. El propósito de los fundadores de la nación norteamericana, era evitar el surgimiento de facciones o partidos fuertes, que controlaran la votación. También se pretendía que la elección del presidente no dependiera sólo de una mayoría transitoria, o sólo del congreso. Los Estados Unidos tienen la democracia más longeva del planeta, y ha sorteado los avatares de la historia, con pocas modificaciones.

El colegio electoral, está compuesto por 530 electores, y se ha definido que, obteniendo el número de 270 electores, un presidente puede declararse como victorioso. Sin perjuicio de que la votación del colegio electoral, será la que en definitiva lo elegirá presidente. Los electores son designados o elegidos previamente, por los partidos en cada estado.  Ellos tienen el compromiso de apoyar en su votación, al candidato del partido. En la mayoría de los casos, esto ha sido así. Sin embargo, existen algunos casos de electores que han votado por otras opciones, pero asegurándose de no alterar el resultado de la decisión final.

En este momento, aún no concluyen totalmente los conteos de votos, y ya con estos resultados, Joe Biden ha sumado 290 electores, esperándose que llegue a los 306 electores, cuando concluyan totalmente los escrutinios. Ha obtenido una mayoría maciza e incuestionable.

Sin embargo, en un hecho inédito en la historia americana, el presidente en ejercicio Donald Trump, se ha negado a reconocer su derrota. Ha realizado intervenciones en los medios, acusando fraude, robo de votos, irregularidades sobre las que no ha aportado prueba alguna. Su propósito fue impedir que continuara el conteo de votos. Una petición insólita, en un sistema democrático. Intentó a través de un recurso judicial interpuesto en la corte de Pensilvania, impedir que siguiera el recuento. Fue rechazado de plano por falta de fundamento. Sus acusaciones irresponsables y sin fundamento, motivaron a las grandes cadenas de noticias, a sacarlo del aire, con la aclaración de que el presidente estaba faltando a la verdad. Los partidarios de Trump, se reunieron afuera de los lugares de votación, donde los escrutinios les eran adversos, para exigir el término del conteo.  Por su parte la campaña demócrata, movilizó a sus partidarios con el mensaje “Count all votes”, cuenten todos los votos.

                                               Finalmente, como lo habían previsto las encuestas, y lo había anticipado la campaña de Biden, los escrutinios fueron dándole la razón, y la tarde del sábado 7 de noviembre, obtuvo los 20 electores del estado de Pensilvania, su estado natal. Con lo que superó los 270 electores, y continuó durante todo el día, llegando ya a los 290 electores.

Joe Biden, ha hecho gala de una extraordinaria templanza y moderación, llamando a la calma. El contraste no puede ser mayor con un colérico Donald Trump, que, contra los hechos, contra la realidad, y contra el propio pueblo de los Estados Unidos, se ha negado a reconocer al presidente electo. Rompiendo una tradición centenaria de la democracia norteamericana.

La noche del sábado, en su ciudad, Wilmington, Delaware, Joe Biden y Kamala Harris, celebraron su victoria electoral. Un acto cuidadosamente diseñado para respetar la distancia social, y la prevención sanitaria. Se reunieron junto a quienes trabajaron en su campaña, a líderes del partido demócrata, y seguidores más cercanos.  Con palabras que evocaron a su madre inmigrante llegada a los 19 años desde la India, recuerdo de su abuela, y de otras mujeres que la impulsaron en la vida. Kamala Harris, se alza como una figura gravitante en la política de los Estados Unidos. Realzando la importancia de la inclusión de las mujeres afroamericanas, latinas, asiáticas, las mujeres estadounidenses, en todas las actividades de la vida del país, y combatir el racismo estructural. Y una frase que repitió muchas veces en la campaña “La democracia no es un estado, es un acto”, graficando que la democracia requiere de la participación de todos para darle vida, y para defenderla.

El discurso del presidente electo Joe Biden, emocionó a los ciudadanos que luchan por la democracia, por la libertad, en todo el mundo. Palabras como “Decencia, sanar heridas, concordia”, se fundieron en armonía con ejes de su campaña, la acción contra la pandemia, basado en la ciencia. El llamado a los partidarios de Trump, a dejar de lado la confrontación, a buscar el encuentro, la paz. Es inevitable, ver las coincidencias del llamado del presidente Biden, a lo que necesita nuestra propia democracia en Chile. Ver a los demás como miembros de un mismo país, una nación que ha sido crisol de naciones. Un lugar donde convivir en paz, donde cada uno tenga todas las posibilidades de desarrollo. De alcanzar sus sueños.

Somos miembros de la misma familia humana, tenemos la misma necesidad de dejar la confrontación, de construir en paz. Lo que ha vivido Estados Unidos, y lo hemos vivido también acá en Chile. Tanto ellos, como nosotros, tenemos la oportunidad de sentar las bases de una nueva convivencia democrática. Sobre la verdad, sobre los valores mas trascendentes del ser humano. 

Para concluir me quedo con el emocionado discurso de Van Jones, analista político del canal CNN en Estados Unidos, quien en medio del despacho del triunfo de Biden, dijo en medio de lágrimas: «Es más fácil ser padre esta mañana, es más fácil decirles a tus hijos que tener carácter importa, que decir la verdad importa, que ser una buena persona importa (…) Esto es una reivindicación para muchas personas que realmente sufrieron«.

Ernesto Sepúlveda Tornero