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OJO CON LAS PROMESAS DE CAMPAÑA

El próximo domingo 4 de julio de 2021, quedará escrito con letras mayúsculas en la historia de Chile. Es el momento en que se dará inicio formalmente a las sesiones de la Convención Constituyente. Una instancia esperada por muchos, durante gran parte de su vida, y que pondrá fin a la carta fundamental originada en 1980, durante la dictadura cívico-militar. En aquella ocasión, el texto fue redactado por un grupo de juristas, y de destacados abogados, afines al régimen. No hubo asomo alguno de discusión, ni participación ciudadana. El texto final, fue sometido a un plebiscito, que no contó con padrones electorales, ni posibilidad de discusión pública. Tampoco hubo franjas de propaganda en lo medios, donde se diera a conocer las opciones que se sometían a votación. Como resulta obvio, la opción favorable a la constitución del régimen, fue aprobada por una amplísima mayoría. “El resultado oficial fue de 4 204 879 votos para la opción «Sí» (67,04 %) y 1 893 420 votos para la opción «No» (30,19 %)” (El Mercurio,11.09.1973). Además de reemplazar a la Constitución de 1925, el resultado del plebiscito permitió al tirano Pinochet asumir como presidente de Chile, cargo en el que se mantuvo hasta el 11 de marzo de 1990.

No pretendo aquí narrar los largos años que tuvieron que pasar hasta llegar a este momento. Sólo reafirmar, que con el esfuerzo y el sacrificio de tantos y tantas, hemos construido este país. Y no ha sido nada fácil, como lo atestiguarán los mayores. Nuestro pueblo ha madurado, y enfrenta el desafío de darse un nuevo ordenamiento, un nuevo contrato social. No serán los mas vociferantes, ni los más iluminados, quienes decidirán nuestro futuro. Lo haremos todos y todas, asegurando la adecuada representación de todas las voces.  Son tiempos de cambio, que sin duda generan temores e incertidumbre, y es deber de quienes ejercen cargos de representación popular, disipar esos temores, aclarar y despejar las dudas. En la construcción del nuevo Chile, no hay espacio ni para la lógica del temor, ni para la lógica del odio. Ya  vivimos esa etapa, y no hay vida posible allí. Necesitamos hoy mas que nunca, recuperar el diálogo y el entendimiento. Será por medio de la conversación, por medio del encuentro, que la Convención constituyente cumplirá con su tarea. No es posible hacerlo de otro modo.

Esto no significa negar las diferencias, negar la contraposición de intereses, la legítima existencia del disenso. Es reconocer su existencia . Reconocer que al pueblo de Chile, no lo representa una única voz, un discurso único, mucho menos, una única ideología política, una doctrina económica, o una sola estructura social. Nuestro país es diverso, y el debate constituyente, debe reflejar esa diversidad de voces. Pero también, debe reflejar nuestras distintas cosmovisiones culturales, nuestra forma de mirar el mundo, de habitar el entorno.  En el tiempo que nos toca vivir, se abren múltiples oportunidades, muchos caminos hacia el futuro, y todos y cada uno de nosotros, todas las personas, tenemos el deber de hacer nuestro mejor esfuerzo. Tenemos una obligación, no sólo con nuestros hijos e hijas a quienes amamos, sino también con esas generaciones del mañana, que van a vivir en el Chile que nosotros daremos forma.

Aunque parezca increíble, cuando el centro de todo, debiera ser la discusión constituyente. Iniciamos nuevamente un proceso de elecciones. Con un calendario electoral, hecho con la lógica de los incumbentes, y no del que va a votar. Parece que estamos siempre en elecciones, y no terminan de contarse unos votos, y ya se inicia otra campaña. Muchas personas me han comentado, lo agotadas que están, de estar yendo una y otra vez a votar. Parece un contrasentido, lo mucho que no costó recuperar este derecho, para llegar a esta seguidilla de eventos sin fin. 

Es de esperar, que esta acumulación de votaciones y elecciones, no nos haga caer en la confusión y el error. Debemos tener mas atención que nunca, ante la multiplicación de ofertas, ante el verdadero desenfreno de promesas de campaña.  Algunos, falta que ofrezcan el secreto de la eterna juventud, poco les falta ya. Si hasta promocionan pastillas anti covid, que no las conocen, porque no las han inventado, ni siquiera en China, pero en Recoleta, son grito y plata. Dicen que sirven hasta para la caída del cabello. Así de folclórica se está poniendo la campaña presidencial, y eso que hasta ahora están compitiendo sólo los varones, candidatos de la derecha y los de la izquierda mas extrema.

Falta aun se formalice la candidatura única del progresismo. Pese al tiempo transcurrido, la centro izquierda aun no resuelve quienes concurrirán a una primaria convencional, que decida la candidatura que representará al sector. Ya que la actual presidenta del senado, y virtual candidata de la DC, la senadora Provoste, no ha accedido hasta ahora a la invitación de medirse en primarias. El tiempo se acaba, el plazo para inscribir candidaturas presidenciales, vence el 23 de agosto, por lo que cualquier dilación en este plano, se interpreta como una negativa a ir a primarias. Hasta el momento, la candidata del socialismo democrático, Paula Narváez ha continuado su despliegue por regiones, con el apoyo del PS, el PPD, el Partido Liberal, e independientes reunidos en “Nuevo Trato”. Por su parte el partido Radical, también ha expresado su deseo de competir en una  primaria de la centro izquierda.

Mientras los extremos del espectro político, por la izquierda y la derecha, tienen una definición de candidatura única en ciernes, el sector que por resultados electorales, es mayoría en Chile, sigue esperando por la decisión de uno de los partidos. El camino propio, y las aventuras personales, conducen al fracaso electoral. Esa es una lección aprendida duramente, por lo sucedido el año 2017, una derrota del progresismo, que castigó a Chile, con el pésimo gobierno que tenemos.  El camino propio termina siendo  dañino para salud.  No es sólo un nombre en la papeleta, es una alternativa que haga viables,  las transformaciones que el pueblo exige, y que construya con estabilidad, el progreso que todos anhelamos.

Ernesto Sepúlveda Tornero