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«..Las historias que he contado o algún odio arrepentido para que ustedes no esperen que mi canto tenga risa…»canta Schwenke y Nilo

La vida nos ha dejado muchas marcas positivas y negativas a lo largo de nuestra existencia. Con ellas cargamos hasta que en algún momento y por distintas circunstancias se convierten en historia y dejan de pertenecernos.
Pasan a ser compañía de muchos, en ocasiones sirven de estímulo y ejemplo, en otras ayudan al cumplimiento de objetivos o simplemente están ahí, para lo que se requiera.
Solo creo que lo menos importante es explicitar los dolores en demasía. Son tuyos, íntimos, personales. No hay porque fijar la atención en el todo y la minucia, sino que dejar claro que se vivió y sufrió sin olvidar ni por un momento que muchos no accedieron al destino tuyo, de vivir para contarlo.
Basta sentir que se está y se sigue fiel al compromiso contraído, que no se ha claudicado aunque en ese proceso de romper las dependencias te hayan cargado epítetos como ladrón, vendido o traidor, simplemente por rechazar el mecanismo del ordeno y mando, disfrazado bajo la figura de cumplir sin chistar con la resolución del colectivo, en circunstancias que no discutió ni resolvió un colectivo, si no los que ostentaban las jinetas.
Tuve la fortuna de participar en muchas actividades de trabajo voluntario junto a conocidos y desconocidos militantes. En la estación central descargamos sacos de trigo junto a Victor Jara y Angel Parra entre otros artistas populares.
Con diversos profesionales,estudiantes universitarios y muchos cabros de la población íbamos al campo a sacar papas de la tierra, acopiamos choclos, frutas y todo aquello que sirviera para alimentar a nuestro pueblo. Compartimos el té y el pan con los campesinos, jugamos con sus hijos y cada vez que fue necesario ayudamos en la instalación de mediaguas para que la gente tuviera un mejor pasar.
Con los dirigentes poblacionales, bajo fuerte lluvia, repartimos parafina y ayudamos a distribuir gravilla en calles y veredas para aminorar el efecto del barro.
Y cuando hubo que denunciar a los especuladores y a quienes escondían camiones y microbuses, ahí estuvimos, en brigadas juveniles que caminaban kilometros y kilometros diariamente en San Bernardo y sus alrededores.
Nada dejamos por hacer, creíamos en el proyecto y hacíamos nuestro aporte desinteresadamente. Trabajar para el gobierno del pueblo fue un orgullo y no hay nada de lo que arrepentirse.

2.- Ese esfuerzo abnegado y sin medida fue la razón para la tortura, el asesinato y la desaparición de muchos.
Sin embargo, y a pesar de los castigos y los dolores implícitos, nunca decayó la confianza ni la convicción. Estábamos ciertos de que el castigo sería terrible, pero siempre hubo tiempo para pensar en el futuro, recordar con cariño a las familias, lamentar no ver crecer y avanzar a los hijos e hijas, pero también para tomar compromisos si se salía con vida.
El más importante, que nunca las banderas de la lucha de los trabajadores debían arriarse, pasara lo que pasara.
Y por eso aquí estamos, por eso el trabajo en la organización, la promoción y concreción de escuelas para educar a trabajadores y dirigentes.
No importa el lugar ni el cargo, solo vale cumplir con los compromisos y no dejar en el olvido la historia.