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EL DILEMA DE CHILE

La elección de segunda vuelta chilena, pone por primera vez en competencia directa por la presidencia de la república, a un candidato proveniente del sector más reaccionario de la derecha. Aquella que aún se aferra al recuerdo del dictador Pinochet, al que por cierto no llama de ese modo. Ese sector que sigue negando las violaciones a los derechos humanos. Aquél que reivindica a quienes cumplen, cadena perpetua, por crímenes contra la humanidad.  No es el sector del nunca más, ni de la condena a los “cómplices pasivos”. Tampoco es el sector que celebró con Piñera, cuando este se alzó con sus dos triunfos. Es un sector minoritario en la política, pero también en la sociedad chilena. Por eso, resulta tan extraño, que personas moderadas, de centro derecha, respetuosas de los DDHH, y con claro compromiso democrático, hoy estén adhiriendo a una opción de ultra derecha.  No se explica fácilmente, como se puede obviar, los planteamientos que atentan contra derecho de las mujeres, de las minorías sexuales, de los inmigrantes, de los trabajadores. Es cierto, que con una habilidad digna de la propaganda de Trump, se ha difundido que la elección del 19 de diciembre es “Entre el totalitarismo comunista y la democracia”. De ese modo, se busca galvanizar el voto más duro de la derecha, y a la vez, atemorizar a vastas masas de votantes moderados.

Nada sería más fácil que simplificar esta ecuación, y motejar a todos los adherentes de Kast, como fascistas, nazis, o algo por el estilo. Pero eso no corresponde a la realidad. No todos sus seguidores lo son. Existen en la derecha, sectores liberales, sectores de centro, que repudian las violaciones a los DDHH, y la dictadura de Pinochet, que están por ampliar el catálogo de derechos de las personas, que están en contra del racismo, y de la discriminación de género.  A esas personas de buen juicio, hay que apelar, para que detengan esta locura. No hemos llegado a este estadio en el desarrollo democrático de Chile, con una revuelta social, y un proceso constituyente mediante, para iniciar una involución histórica. La restauración conservadora, que representa el candidato Kast, representa un retroceso de 50 años en avances sociales y políticos.

No es el totalitarismo comunista lo que representa la candidatura de Gabriel Boric. Lejos está de apoyar o defender a regímenes autoritarios sean del color que sean. Su candidatura es respaldada por el partido comunista de Chile, es cierto. Pero también por una vasta gama de fuerzas políticas, desde sectores liberales, la democracia cristiana, el Partido Socialista, el Partido Radical, el PPD, el Pro, y los nuevos partidos que constituyen el Frente amplio. Decenas de organizaciones de la sociedad civil, sindicatos, la Central Unitaria de Trabajadores. Agrupaciones de mujeres, de profesionales del medio ambiente, de abogados, de defensores y asesores laborales. Agrupaciones de artistas, de científicos, estudiantes. Sectores de centro, centro izquierda, e izquierda, que se identifican con un modelo de sociedad, más parecida al estado de bienestar de Dinamarca o Noruega, que a las tiranías de Europa del este, antes de la caída del muro.

El dilema en Chile, el 19 de diciembre, es entre avance o retroceso, es entre desarrollo o involución histórica. Es una contienda entre quien encarna el miedo y el rencor y quien representa la esperanza.  Chile no es así, no es una sociedad donde queramos estar en permanente enfrentamiento. La división a las que nos quiere arrastrar Kast, ya la vivimos, y no queremos volver a ella. No queremos sentir temor ni por ser mujer, ni por ser inmigrante, ni por ser pobre. Chile quiere y anhela paz. Esa paz sólo la garantiza quien logre unir, quien pueda pedir perdón por las injusticias históricas, y logre convocar a un nuevo camino. Quien logre convencer, de que volvamos a creer. Que volvamos a confiar, los unos en los otros.

De eso se trata la decisión presidencial, no es de quien pondrá más dinero en tu bolsillo, como ramplonamente han pretendido algunos. Es sobre quien puede construir junto a nosotros, una nueva forma de relacionarnos. Una donde el respeto, comience con el trato y condiciones dignas para cada uno. Donde no importe si eres rubio o eres moreno, si eres rico o eres pobre. Una sociedad que trate a todos sus hijos e hijas como iguales, con derechos sociales universales. Donde todos contribuyamos de acuerdo a nuestras capacidades, en el financiamiento de ese moderno estado de bienestar, que nuestros hijos y nietos se merecen.

Tengo amigos de distintos colores políticos. Soy un hombre maduro, que ha aprendido, lo que de joven ignoraba. Que se puede ser amigos y pensar diferente. Esa diversidad es la que le da su riqueza a nuestra sociedad.  En una elección se deciden cosas muy importantes, trascendentales, pero nunca olvidemos, que seguiremos viviendo juntos en comunidad. Que nadie, ningún político, nos haga enfrentarnos, nos haga desconocer el valor esencial de cada uno de nosotros, para la sociedad. Para eso luchamos, para eso recuperamos la democracia. Para poder pensar diferente, y no temer una detención, los tormentos, o la muerte.

Amigos y amigas, cada quien sabrá tomar la decisión correcta, llegado el 19 de diciembre. A nadie le quepa ninguna duda, que yo ya he tomado mi decisión. Votaré por la esperanza, y lo haré sin odio, sin violencia. Con la mirada puesta en la faz serena de mis hijos, y el corazón palpitante de tantos y tantas, que ya partieron.

Ernesto Sepúlveda Tornero