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EDITORIAL, POR EMILIO JIMENEZ

La desinformación que usan los medios de comunicación masiva ha generado una corriente anti periodística, reclutando a exponentes de esa profesión que gozaban de credibilidad para espectadores y lectores. En Chile, la exacerbada concentración de la prensa, radio y televisión, en manos de las principales fortunas del país y de cadenas transnacionales, ha sustituido el espacio del periodismo por la propaganda, de la peor en su género, que intenta vender falseando las características de su producto e intentando degradar los de su competencia mintiendo sobre éstas.

Así está ocurriendo en relación al proceso constituyente, en el que una campaña sistemática de desinformación se ha tomado los set televisivos, los micrófonos radiales y las portadas y titulares de diarios, en voces o con firma de personas y medios cuya credibilidad han instrumentalizado los propietarios de éstos para dar fuerza a la opción contraria a la aprobación en el plebiscito del próximo 4 de septiembre de la Nueva Constitución. Sin ningún tapujo, se miente descaradamente inventando textos e ideas que supuestamente contiene la Nueva Constitución, ya no se usan argumentos para promover una posición, sino que se inventa supuestos textos e ideas de la propuesta constitucional, sobre los que se construyen noticias, comentarios e imágenes que se proyectan, vocean o escriben.

Esta violación sistemática al derecho a estar informado, como valor democrático, es un ataque a la convivencia democrática, degrada a quienes instrumentaliza como agentes de esta violación, convirtiéndoles en peleles devaluados que se inmolan serviles a los poderosos, sin posibilidades de recuperar su impronta de credibilidad que determinó el precio de compra. Esta labor de anti-periodismo es instrumento de la disputa ideológica y política que utilizan los privilegiados del poder para evitar perder esa posición que les ha permitido enriquecerse mediante el saqueo la corrupción y la explotación. Lo mismo sucede con el invento de alternativas distintas a aprobar la Nueva Constitución o que permanezca la Constitución de la dictadura, que es un engaño gestado en la élite política que logra tribuna en los espacios que comparten políticos y periodistas complacientes con la campaña de desinformación.

El interés masivo por conocer y compartir el texto de la Nueva Constitución, las multiplicación de actividades en donde se lo da a conocer, se produce el  diálogo a su respecto, enfrenta democráticamente la dictadura de los medios periodísticos controlados por la élite empresarial, presentándose como el instrumento más valioso para vencer este 4 de septiembre junto con el trabajo unitario de las formaciones políticas y organizaciones sociales que han demandado por largos años una Nueva Constitución.