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«.. Desde el salar ardiente y mineral al bosque austral unidos en la lucha y el trabajo irán ..» canta Quilapayun

 Nuestros vecinos ferroviarios vivían la política a su manera y se lo hacían saber a quien quisiera escucharlos. Amistosos y dicharacheros hasta que se acercaban las elecciones. Ahí se separaban en 2 bandos irreconciliables. Freistas y allendistas. Los primeros, a veces entraditos en copas, cada fin de semana hacían su ingreso al pasaje cantando a voz en cuello el himno democratacristiano “brilla el sol”.
Era cosa de escucharlos y ya estaban esperándolos, en la esquina de Bogota y Mendoza los segundos, cantando a todo pulmón el Venceremos y dando vivas por Allende. Venía a continuación un acalorado debate en el que se entremezclaban consignas, propuestas, virtudes y defectos de los candidatos. Era una zalagarda infernal en que ninguno dejaba hablar al otro.
En un momento de la madrugada los demás vecinos hartos de esta pelea, ponían fin al improvisado foro a garabato limpio.
Llegó 1970 y la campaña se puso al rojo. Una artesanal encuesta hecha en la cuadra, daba ganador a Allende 20 por 8 sobre Tomic. Alessandri tenía el voto fiel del único vecino de derecha, que vivía al frente de nuestra casa. En esta campaña anduvo por la población el doctor Allende que se ganó unos cuantos votos con su discurso.
A pesar de que en mi casa poco o nada se hablaba sobre el particular, un día en la mañana saludaba a los vecinos que pasaban por ahí, un afiche del candidato junto al símbolo de la Unidad Popular.

2.- Máximo Pino fue un gran amigo de mi padre. El y Jorge Díaz eran dueños de una excelente oratoria y se apasionaban discutiendo sobre política. Pese a que fallecieron hace tantos años no puedo dejar de recordar la madurez y firmeza de sus opiniones.
El 4 de Septiembre de 1970 el señor Pino estaba en nuestra casa compartiendo con mi padre. Con una botella de vino blanco y un par de “sanguches” seguían las alternativas de la elección presidencial por televisión. No recuerdo la hora, pero se había venido la noche, cuando un funcionario de gobierno con cara de pocos amigos apareció en la pantalla y proclamó el triunfo de Allende.
Don Máximo se puso de pie, levanto el puño izquierdo y mientras las lagrimas corrían por sus ojos, cantó a todo pulmón La Internacional. Con mis hermanos lo mirábamos extrañados. Terminó de cantar y nos abrazó a todos, estaba eufórico. -Ganamos, ganamos, repetía alegremente. El pueblo tendrá su gobierno chiquillos, nos decía sin parar de llorar y reír. – Viva el compañero Allende mierda, gritó a todo pulmón, y se lanzó a la calle a celebrar.
Subidos a la reja de la casa, veíamos como por la calle principal de la población pasaba en marcha una larga columna de personas. Hombres, mujeres y niños, portando antorchas, globos, plumeros, tarros, cornetas y banderas, avanzaban hacía el sur y cantaban eufóricos.
Ta,ra,ra,ra,ra,ra,ran, – Allende, Ta,ra,ran -Allende Ta,ra,ran -Allende.
– El gobierno de los pobres; – el compañero presidente.
Frases sueltas brotaban de todas las bocas, consignas, himnos, entraban por mis oídos y se quedaban grabados.