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¿CONGRESO O ASAMBLEA? POR JUAN LUIS OYARZO GÁLVEZ

En los días actuales y parafraseando a Confucio “el conocimiento sin reflexión es inútil y la reflexión sin conocimiento es peligrosa”. Estas palabras representan el accionar de un gobierno que no ha mostrado impedimento alguno en cambiar todo su programa público quebrando su doctrina social, política y económica. Es decir, la acción y las propuestas presentadas por Sebastián Piñera rompen la esencia del pensamiento que durante décadas a tenido el sector conservador de nuestro país; estas nuevas propuestas no surgen de una reflexión convencida sino más bien de la actual coyuntura social. Es por ello que la reflexión sin conocimiento continúa siendo un peligro.

Muestra de aquello es el llamado por parte del ejecutivo a la realización de un congreso constituyente, es decir, a un cambio constitucional liderado por el parlamento y no por una asamblea ciudadana. Este hecho es el reflejo del poco convencimiento que posee el presidente a las propuestas obligadas que ha tenido que impulsar en su propia agenda producto de la presión social que surge el 18 de octubre. El presidente no se ha arrepentido de su programa inicial, ni tampoco se le ha caído el velo del conservadurismo, sino que más bien trata de rescatar con las mismas maniobras políticas del pasado a su alicaído gobierno. En palabras sencillas para muchos actores de la clase política no les acomoda salir de la zona de confort.

El 17 de septiembre del 2005 el presidente Ricardo Lagos da el primer paso, un paso en un escenario muy diferente y por ende de gran importancia en el cual la fórmula fue una reforma a la carta constitucional. En aquel entonces se entendía plenamente ya que, si bien existían algunas bajas en la confianza política, la ciudadanía aún conservaba ese respeto y credibilidad en las instituciones legisladores del Estado. Es por ello que no debe causar extrañeza que dicho cambio de la carta magna sea realizado en el congreso. En dicha reforma surgen aspectos notables, como la eliminación de los senadores vitalicios y designados, aspecto que en la actualidad es impensado. Tener senadores vitalicios, es tener senadores que pueden realizar dichas labores hasta el último momento de sus vidas lo que no cuadra con la definición de una nación democrática.

La actualidad es distinta a ese 2005, ya que cuando apreciamos que la confianza en las instituciones del Estado de acuerdo a la encuesta Termómetro Social 2019 de la Universidad de Chile llega en promedio a 2,5 puntos-en una escala de 10 puntos- la idea de un congreso constituyente se aleja fuertemente de las demandas ciudadanas, ya que el nivel de representación civil es reducido independiente de su elección democrática. En un escenario como éste, las palabras de Confucio siguen tan vigentes como cuando fueran formuladas.

Es urgente que el gobierno salga de su zona de confort y eso viene no sólo de la opinión pública, sino que también de expertos y organizaciones de la sociedad civil que indican que en un escenario como el muestro la idea de una Asamblea Constituyente es el mecanismo más democrático para garantizar la participación ciudadana. Un pacto social debe venir de la sociedad civil para que el conocimiento provenga de una reflexión conjunta, de un trabajo comunitario que permita el acceso y la representación de todos los sectores. No es casualidad que sean estas organizaciones las que son más valoradas en cuanto a su confianza por parte de la ciudadanía. Con aquello podremos construir un país con mayor justicia y equidad social.

Por Juan Luis Oyarzo Gálvez.