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¿CHILE A UN ESTADO DE BIENESTAR?

El premio nobel de economía (1998), Amartya Sen, describe el estado de bienestar como “Uno de los grandes logros de la civilización europea, es una de las grandes contribuciones de Europa al mundo. El resto del mundo ha emprendido esta dirección, imitándolo cada vez más, valorando positivamente, en muchos aspectos, lo que ha sucedido en Europa desde que concluyera la Segunda Guerra Mundial.”  (AMARTYA, 1999)

En relación a la naturaleza del estado de bienestar, el profesor Sen, señala: “La naturaleza del Estado de bienestar consiste en ofrecer algún tipo de protección a las personas que, sin la ayuda del Estado, puede que no sean capaces de tener una vida mínimamente aceptable según los criterios de la sociedad moderna.”  

El estado de bienestar, según este autor, se funda en la idea de la “interdependencia”, entre los seres humanos. Es decir, todos quienes formamos parte de la sociedad, nos necesitamos los unos a los otros. Y ante la posibilidad de que alguna persona por alguna circunstancia, como el desempleo, una condición de salud, o la vejez, tenga el riesgo de caer en la pobreza. El estado de bienestar “impide que alguien llegue a un estado de existencia que se podría calificar de vergonzoso en la sociedad moderna”.

Gracias al consenso surgido del pacto europeo, cuyos primeros pasos se dieron en la década del 40, posterior a la segunda GM, las naciones europeas pudieron reconstruirse, superando condiciones de pobreza, hambre y graves falencias en salud, que padecían iniciando la década de 50´. El consenso obtenido en torno a la idea de llegar a una Europa libre, sin guerra, donde las personas pudieran confiar unas en otras. Pero hacer todo esto, sobre la base de un debate democrático, una discusión libre, lejos de la tiranía fascista que asoló el continente.

Sin lugar a dudas, el estado de bienestar europeo ha enfrentado críticas, se han tenido que realizar ajustes, por el alto costo fiscal que representa. Pero lo que es seguro, es que le ha permitido a Europa vivir su período de mayor prosperidad de toda la historia. Con estabilidad social y política, desarrollo económico, científico y cultural.

Traigo a debate la idea de avanzar hacia un estado de bienestar en Chile, por dos razones. La primera, por el proceso de elaboración de una nueva constitución política, la que sentará las bases de un nuevo orden público económico, dejando atrás el existente, de inspiración neoliberal. La segunda, por el desafío que debe enfrentar el gobierno de las fuerzas progresistas, en orden a definir un proyecto de mediano o largo plazo.

Si lo analizamos bien, gran parte de las reivindicaciones sociales, las demandas ciudadanas, expresadas desde Colchane a la provincia antártica, guardan relación con distintas condiciones de desprotección, sea por enfermedad, por falencias en vivienda, por precariedad de empleos o salarios, y muchas de ellas, por la condición de jubilados y pensionados. Un conjunto de derechos básicos, que el estado debe garantizar, para otorgar a todos sus habitantes, las condiciones de una vida digna.

En eso, amigos y amigas, existe consenso. El tema para el gobierno del presidente Boric, será en cuanto de eso se podrá avanzar.  Allí es donde surge la necesidad de mirar más allá, del período de gobierno que se iniciará en marzo. Para la construcción de un estado de bienestar, se requiere un acuerdo social y político, que excede a la alianza de gobierno. Excede también a todas las fuerzas progresistas unidas. Un pacto para la construcción del estado de bienestar de Chile, necesita el concurso de todas las fuerzas sociales y políticas del país, que estén por el cambio. No hay otra forma. Ya hemos vivido en el vaivén de gobiernos del progresismo, pasando a gobiernos de derecha, los últimos 16 años. Desde el mandato de la presidenta Bachelet, iniciado el 2006, al primer gobierno de Piñera, del segundo mandato de la presidenta Bachelet, a Piñera2, y ahora al gobierno de Gabriel Boric. Una alternancia en el poder, que es mirada con envidia por muchos países del entorno, que viven en constante zozobra, inestabilidad política, incluso presidentes que no exceden el año. Pero no podemos celebrar. La insistencia de un sector de la derecha, en echar atrás las reformas y los avances, de los gobiernos progresistas, nos condujo, al estallido de 2019. Superar ese prurito del tercer mundo, de que cada gobierno llega para desarmar todo, y partir de cero, es el primer desafío que enfrenta el país. Debemos llegar a un consenso, social y político, para definir como objetivo país, construir un estado de bienestar en Chile. Establecer metas, costos, y plazos. Un plan que trascienda los gobiernos, un plan que nos permita, superar no sólo la situación de descontento social actual, sino enfrentar el futuro con certidumbre.

Que el presidente electo, lidere un plan de mediano y largo plazo como este, entregará certezas, y estas brindarán a millones de personas, una perspectiva concreta de mejoramiento. Asimismo, es el marco de estabilidad que el país debe ofrecer a los inversionistas, para asegurar que los capitales sigan fluyendo, y la economía se reactive.

Chile, tiene la oportunidad de alcanzar el desarrollo en las próximas décadas, y por primera vez, puede definirse en base a un debate plural y democrático, las bases de ese desarrollo. Un desarrollo inclusivo, respetuoso del medio ambiente, con pertinencia territorial. La construcción de un estado de bienestar, es coherente, con este desafío. Es un compromiso país, un paso que debemos dar en conjunto, porque dependemos unos de otros, y todos somos responsables del destino de Chile.

Ernesto Sepúlveda Tornero