A menos de un año de su llegada desde Ciudad Juárez, México, la estudiante Robin Montero Vargas encontró en la música un puente de integración en la Patagonia chilena. Con apenas 12 años y cuatro de experiencia en corno francés, Robin se convirtió en la primera alumna de este instrumento en el Conservatorio de Música de la Universidad de Magallanes (UMAG), abriendo además la puerta para la creación de nuevas cátedras en la histórica institución.
El 2 de enero de 2025, Robin arribó a Punta Arenas junto a su familia. Entre las primeras acciones tras instalarse, sus padres buscaron un espacio para continuar su formación musical. Los talleres de verano del Conservatorio UMAG fueron su primer acercamiento, y hoy la joven integra la Orquesta Juvenil de la universidad, compatibilizando su vida escolar en la Escuela Argentina con ensayos y clases.
“Yo ya tenía un pasado de cuatro años tocando corno francés. Cuando llegué aquí extrañaba mucho tocar y empecé a buscar escuelas de música. Encontré el Conservatorio de la UMAG, primero participé en los talleres de verano y después me inscribí y formé parte de la orquesta”, relata Robin, sonriente y segura de que su pasión por la música trasciende fronteras.
Para las autoridades y docentes del Conservatorio, la llegada de la estudiante fue motivo de alegría, en el contexto de una matrícula histórica para este 2025, con 140 alumnos en sus diferentes disciplinas, y además, un desafío porque, hasta ese momento, no contaban con un profesor que enseñara corno francés.
«Llegó aquí y vimos que tenía formación musical de varios años y el apoyo de la familia que es muy importante, nos preguntó si había profesor de corno y ahí partió la necesidad de buscar y encontrar un profesor que logró abrir estas nuevas cátedras en el Conservatorio. Estamos súper contentos», relata el director Gonzalo Fernández agregando que, «gracias a Robin abrimos también las cátedras de corno, saxofón, y hay alumnos que vienen a aprender tuba. Estamos felices y contentos siempre tratando de apoyar a nuestros estudiantes y brindarles oportunidades en la música”.
“En el Conservatorio me he sentido muy bien -confiesa, por su parte Robin – siempre me he sentido muy aceptada porque es un mundo que sé tratar muy bien, el de la música, mucha gente que habla el mismo idioma, porque la música es un idioma, es más adaptable”.
Así lo confirma su padre Jesús Montero, cuando dice que, “ella encontró en la música un refugio, un lugar donde se siente a gusto. Está en la escuela básica como cualquier niña, pero venir aquí es su momento alegre del día”.
Como complemento su madre Sandra Vargas, añade: «Creemos que es parte del desarrollo correcto de los niños el que estén involucrados en la música y por eso siempre ha sido importante apoyarla en esto. Estamos felices de que forme parte del Conservatorio”.
Sandra, además, se muestra contenta de haber llegado a estas tierras tras admitir que una de las razones más importantes para dejar México y llegar a Magallanes, dice relación con la inseguridad que se vive en la región norte de ese país.
«Es un lugar donde la violencia contra la mujer es mucha; es riesgoso que salgas de tu casa y como mujer tal vez no regresas o no vuelves a ver a tu familia. Siempre hemos dicho que crezca sana, libre y feliz y estábamos en una ciudad donde no podemos hacerlo», relata.
Hoy, Robin combina la escuela con el Conservatorio. Entre disciplina y esfuerzo, tiene claro que el sacrificio vale la pena, porque la música se ha convertido en su verdadero camino.
«Despierto temprano y salgo de la escuela a las 3 y media y tengo un poco de descanso y luego vengo al conservatorio. Termino aquí y luego voy a casa, practico, hago tareas y así. Es pesado pero vale la pena», dice Robin. «Siempre estoy contenta», finaliza.