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QUE CUENTEN LA FIRME DEL PROGRAMA

Las pasadas semanas se han realizado una serie de debates entre las candidaturas presidenciales.
Distintos sectores empresariales han estado interesados, y con razón, en conocer las posturas de las principales cartas a La Moneda. Los invitados más frecuentes han sido, la candidata del progresismo Jeanette Jara, y las opciones más visibles del mundo conservador, la ex alcaldesa Evelyn Mathei y el ex candidato presidencial José Antonio Kast. En estos encuentros nunca se explicita por que no se invita a las otras alternativas del mundo conservador. Lejos del interés masivo, los enfrentamientos verbales han abundado en lugares comunes, frases hechas, eslóganes y una aparente falta de filtros a la hora de hacer afirmaciones grandilocuentes. La delincuencia y la inseguridad, se usan como armas arrojadizas en contra de la candidata oficialista. Mal que mal,
hasta hace unos meses integraba el gabinete de Boric. También se la ha sacado al pizarrón por las magras cifras de creación de empleo. La generación de empleos ha ido más lenta que el aumento de la fuerza de trabajo.
Aumenta el número de personas que buscan empleo, y no aumenta al mismo ritmo la creación de empleos. Los datos están a la vista, y es un tema del que hay que hacerse cargo. Desafortunadamente en los debates no se profundiza en ninguna materia. Las candidaturas sólo enuncian los titulares de las medidas que eventualmente adoptarían si llegan al poder. Así desde la vereda conservadora se lanzan cifras de rebaja de impuestos a las empresas, tal como si se tratara de un remate. No se especifica cómo podría compensarse la rebaja de ingresos fiscales. Un tema peliagudo y altamente técnico, que despachan con la fórmula obvia del aumento del
crecimiento económico. Sin mayor tiempo para analizar la materia, y no siendo especialista ninguna de las candidaturas se pasa rápidamente a otros temas, sin agotar, ni esclarecer a la ciudadanía como se produciría el rápido crecimiento que permita compensar las rebajas de impuestos, sin reducir los beneficios sociales. A ratos los debates revelan un enfrentamiento entre quienes no se están viendo, cómo si pudiera prescindirse en democracia del que piensa distinto. Como si llegar a La Moneda diera un pase libre para hacer cualquier cosa.
Los hechos de la historia recientes demuestran que gobernar un país no es cosa de voluntarismos. Sin buenos equipos técnicos, ni programas de gobierno razonables y realistas, la debacle es segura. Por esta razón se ha despertado gran inquietud en las filas progresistas por la aparente falta de programa de gobierno. Se estaría construyendo en paralelo a la negociación parlamentaria, se apuran a explicar los jerarcas de los diez partidos que respaldan a la ex ministra Jara. Parece que los tiempos de los políticos no van al ritmo de los tiempos de la gente. Los vacíos y titubeos en materias fundamentales, las aparentes contradicciones que ha mostrado la candidata Jara, deben ser atendidos de manera urgente, si de verdad se espera que sea competitiva
en segunda vuelta. El mejor ejemplo ha sido las constantes preguntas sobre el programa de siete páginas que ofreció el PC en la elección primaria. Cómo no se conoce otros lineamientos programáticos, se consulta por aquel. Y convengamos que no fue un documento de rigor académico, ni político, lleno de generalidades y vaguedades, entre las que se deslizó propuestas como la de nacionalizar el Cobre y el Litio. O reformular la estrategia de desarrollo económico, centrándonos en la demanda interna. Como es natural se han dado todas las explicaciones del caso, que sólo fue algo preliminar, que era para otro momento, e incluso la propia
candidata manifestando que sería un error, y la persona a cargo, ya no formaría parte del comando. Si hemos de creer a la candidata progresista, debemos entender que, a la definición de primarias, se presentó un cuerpo de ideas programáticas que no representaban a la candidata, y cuya elaboración, se sabía era sólo para cumplir con un requisito legal. Cualquiera haya sido la razón de formular tales propuestas, huelga decir, que no cuentan con respaldo en el mundo progresista. La estrategia de desarrollo que ha seguido el país en los últimos 40 años se
basa en la total apertura al comercio exterior, y al desarrollo de nuestro sector exportador. Por ende, la noción de Chile volcado sobre sí mismo, a lo Donald Trump, es inviable políticamente e insostenible económica y socialmente. Punto aparte sobre la nacionalización del Cobre y Litio. El Cobre fue nacionalizado en 1971 por el presidente Salvador Allende, en una medida que había iniciado Frei Montalva con la chilenización del Cobre en el período anterior. Nuestro ordenamiento constitucional establece el dominio absoluto e inalienable del estado de Chile sobre todas las riquezas del subsuelo. El estado es hoy dueño y no se requiere nacionalización alguna.
Otra cosa distinta es pretender eliminar las concesiones mineras, sobre las cuales tanto empresas privadas chilenas como extranjeras son titulares de un derecho legalmente otorgado. Desconocemos lo que habrán querido decir realmente, lo que es una verdad evidente, es que no existe ninguna posibilidad de avanzar con una idea como esa. Básicamente sería destruir la principal fuente de ingresos del estado de Chile, y la mayor fuente de empleos de calidad del país. En resumen, una idea con la cual al menos nueve de los diez partidos del progresismo están en contra.
Estas aparentes contradicciones y discrepancias, tienen un solo remedio. La urgente construcción de propuestas programáticas, serias, elaboradas por técnicos y especialistas con probada experiencia de gestión y de gobierno. Esto que es una perogrullada, aplica tanto al progresismo como al sector conservador. Al país no se le gobierna con el aplauso de la barra brava. La responsabilidad de gobernar comienza incluso antes de ser electo, al momento de presentarse al país, con lo que se propone hacer para resolver los múltiples problemas no resueltos en este período.
Si amiguitos, porque existen innumerables áreas en las que se avanzó muy poco, o derechamente no se avanzó, de ahí que las cifras de adhesión y rechazo del gobierno, que son una espada de Damocles para todas las administraciones, son demoledoras, 3 de cada 10 personas apoyan al gobierno, y 7 lo rechazan. Son cifras modestas considerando las aspiraciones que el ejecutivo tenía. Las grandes transformaciones sociales y políticas, tendrán que esperar, y lo más probable es que el futuro gobierno, se encuentre en un escenario de gran estrechez, con poco margen para grandes realizaciones. Por eso que es tan importante contar con equipos profesionales, la improvisación es enemiga de la eficiencia, y está probado que un período de cuatro años de
gobierno, se escurre entre los dedos, si no se tiene un norte claro. Súmenle a eso, la contienda parlamentaria, hoy el parlamento es presa de los errores de diseño del parlamento pasado. La dispersión brutal en más de 25 partidos, corre riesgo de repetirse. El riesgo es mayor aún para el sector conservador, al cual todas las encuestas les dan la pole position. La incapacidad de generar una lista única, frente a la lista única que construye el progresismo, le otorga una ventaja inaudita al sector oficialista. Quizás esta parte sea la menos sexi de la política, es donde entran los expertos electorales, y negocian los cupos para los respectivos partidos. Como la memoria es frágil, es recomendable echar una mirada a las posturas en que estaban en la elección pasada los
actuales protagonistas. Hoy vemos a los sectores que ácida y descarnadamente destruyeron a la concertación, negociar una lista conjunta, con lo que va quedando de esos mismos sectores. Lo que ayer daba poco menos que asco, hoy es santo y bueno. El pragmatismo ha sido sabio consejero, y la arrogancia inicial ha dado paso al realismo, y a la negociación de cupos entre cuatro paredes. Yo digo, enhorabuena, y ojalá se aprenda la lección, porque los maximalismos nos han traído hasta este momento de la historia.
Lo que viene por delante no será fácil para Chile. Debemos encontrar la fórmula para proteger la
democracia, la libertad no es transable, tampoco lo son las bases de nuestro desarrollo social y económico. Es por eso que como ciudadanos debemos exigir a quienes competirán por La Moneda, un compromiso claro con la democracia, con la libertad y el pluralismo. Ese es el mínimo que las candidaturas debieran ofrecer al país.
Responsabilidad y seriedad en las propuestas también es deseable, pero en las actuales circunstancias se ve más difícil. Eso es lo que en definitiva deberemos discernir para tomar la mejor decisión.
Ernesto Sepúlveda Tornero