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CHILE INDEPENDIENTE 2022

Concluimos la semana con la celebración de nuestras fiestas patrias. Con cuatro días de asueto, familias de todo Chile se volcaron, a campos y playas, a fondas y ramadas, para celebrar como Dios manda el cumpleaños de Chile. En notas curiosas de esta fiesta, cabe recordar, que, en nuestros primeros años de vida independiente, se celebraba el 12 de febrero. Esa fue la fecha que don Bernardo O’Higgins, escogió para la proclamación de la independencia, lo que aconteció en Talca un 12 de febrero de 1818. La fecha se escogió para conmemorar también la batalla de Chacabuco. El acta de independencia, había sido firmada el 1 de enero de 1818 en Morrillos de Perales, cerca de Concepción, por lo que esa fecha también se celebraba. Asimismo, en las primeras décadas también se celebraba el 5 de abril, día de la batalla de Maipú, que ocurrió en esa fecha en 1818, sellando de manera definitiva, la independencia de la República de Chile. Por motivos prácticos, dado el carácter eminentemente agrícola de nuestro país, se determinó que la independencia, se celebraría únicamente en septiembre, para de este modo no interrumpir las labores de cosecha del período estival. Por otra parte, el hecho que de verdad sucedió un 18 de septiembre de 1810, fue la constitución de la Junta de Gobierno. Este evento organizado por el Conde la conquista Mateo de Toro y Zambrano, no pretendía la independencia de modo alguno. Este acto se enmarcó en un movimiento iniciado en España, donde en todas las provincias, se organizaron juntas o cortes, con el propósito de preservar el poder para el “bien amado monarca Fernando VII”. La península ibérica estaba a la sazón, invadida por las tropas del emperador Napoleón Bonaparte, al cual no se quería reconocer como el nuevo monarca. Existe coincidencia entre los historiadores, en que si bien, el propósito original, era de sumisión y lealtad al rey español Fernando VII, la discusión generada en la sociedad criolla, encendió la llama libertaria. El influjo de las ideas de la ilustración, llegadas a América a través de libros de contrabando, y al regreso de jóvenes aristócratas criollos, formados en los ideales de la razón y de la revolución francesa, impulsó de manera definitiva el proceso independista. Al cabildo abierto del 18 de septiembre de 1810, sólo estuvieron invitados vecinos connotados de Santiago, y para su ingreso debía exhibirse la esquela de invitación. La incorporación de la población criolla, en su mayoría analfabeta, al proceso de independencia, se daría asociada a las acciones de guerra, el ejército patriota se constituyó básicamente con peones de hacienda y gañanes, ósea, el incipiente pueblo chileno.

            Han transcurrido doscientos cuatro años que Chile se constituye como país independiente, y la celebración nos sorprende en medio de una seria confrontación. Los ecos del plebiscito del 4 de septiembre se siguen oyendo, y lamentablemente, con muy poco de la generosidad y entrega de los primeros patriotas.  El rotundo triunfo de la opción rechazo a la propuesta de constitución, no ha dado paso, como se prometió en campaña, a un nuevo proceso constituyente. La derecha, representada por sus partidos políticos y sus figuras más conocidas, reapareció en la escena pública, para poner en duda la realización de un nuevo proceso. El ex candidato presidencial, y líder de la ultra derecha José Kast, y el ex presidente Piñera, después de un estratégico y estudiado, ocultamiento, han reaparecido con fuerza, criticando no sólo el intento de dotar a Chile de una nueva constitución, sino también arrogándose el triunfo, como si el 62% de los electores chilenos, respaldaran las ideas conservadoras. Pienso en los padres de la patria, y cómo tuvieron que ingeniárselas para avanzar hacia la independencia, con la oposición de grupos que querían seguir con la monarquía. Los partidarios del estatus quo ya han jugado un rol en la historia de nuestro país, siempre haciendo valer sus privilegios y su influencia, para que nada cambie sustancialmente.

Se echa de menos en estos días, algo de la hidalguía, la templanza y el coraje de aquellos hombres y mujeres, que no temieron en enfrentase a un imperio, luchando por lo que creían justo para Chile. Pese a lo anterior, mantengo mi optimismo, de que impere la cordura, y la pulsión por bloquear el proceso constituyente, ceda, y la derecha se abra a lo que la ciudadanía espera. No resulta ni patriótico ni republicano, el arrogarse la representación del 62% de la población, que rechazó el texto de la convención. Es una avivada política, que no resiste mayor análisis, y quienes sostienen esa tesis aventurera, corren riesgo, de provocar una reacción social, difícil de dimensionar. El rechazo victorioso del 4 de septiembre, no significa el fin del proceso constituyente, ni mucho menos el fin del gobierno del presidente Boric, como han insinuado algunos afiebrados. Un mínimo de decencia y coherencia política, obliga a todos los partidos con representación parlamentaria, mantenerse en la mesa de negociación, para lograr un buen acuerdo que viabilice el nuevo proceso constituyente. El gobierno en tanto, no sólo tiene el derecho, sino la obligación, de convocar a las fuerzas políticas a este dialogo, e instar a la pronta continuación del proceso.

            Vivimos tiempos de incertidumbre, la ausencia de acuerdo de las fuerzas políticas, o la dilación en demasía de las negociaciones, producen inestabilidad en el mercado. Lo que menos necesita Chile en este momento, es que, a la alta inflación, precio del dólar, y bajo crecimiento económico, se agregue otro factor estresor más. En este sentido, constituye una pésima señal que la derecha, haya suspendido la segunda reunión entre el parlamento y el gobierno, por el proceso constituyente. Peor aún, es que establezca condiciones de entrada, que pasan por aceptar un marco muy similar al de la constitución del 80’. De pronto se olvidan que llegamos a esta situación, por el error histórico del gobierno del presidente Piñera, que, en marzo de 2018, guardó en un cajón y desestimó continuar con el proceso constituyente iniciado por la presidenta Bachelet. Un error del que ningún mandatario de la derecha ha pedido perdón al país, y que fue la antesala del incendio de Chile de octubre de 2019.  El señor Piñera al parecer, es impermeable a las pedidas de perdón, y vuelve a aparecer ahora, no para procurar con humildad, reparar en parte los desastres de su gobierno, sino que aparece, para culpar a otros, para arrogarse el triunfo del rechazo. Para fustigar al gobierno, como si estuviera en condiciones de criticar, como si la población hubiera olvidado los cuatro años de amargura que los hizo vivir.

            Las primeras fiestas patrias, después de la parte más cruda de la pandemia. Hombres y mujeres, familias completas, por todo el país, saliendo a las calles y plazas, llenando los parques, fondas y ramadas repletas de gente.  Ha sido demasiada tensión, demasiada animosidad, la gente necesita un respiro, alguien más grave, dirá que es alienación en el consumo. Yo creo que es sólo nuestro ser social, que anhela el contacto con otros, que, aunque se tenga poca o nada de plata, siempre se puede hacer algo distinto en fiestas patrias, para sentirse felices de nuevo. Creo que hay humanidad allí, hay dignidad, la celebración con sus bailes típicos, sus nuevos sonidos, y el tumulto de gente, es un reclamo. Un grito de alerta, para los que toman decisiones, para esa clase política ensimismada, que vuelve a sus mismos juegos de máscaras de siempre, vuelve a su misma hipocresía. Existe un grito desesperado de gente que necesita vivir, necesita hacer su vida en paz, en unión, sin divisiones artificiales.

            Estas fiestas patrias se iniciaron como es tradicional, con la inauguración de las fondas en la capital de Chile. A la ramada oficial llegó el presidente de la República, con su gabinete, sorprendiendo a muchos, por su desempeño en la cueca. Sin temores ni complejos, como buen magallánico, saltó a la pista, y dejó bien parado el honor presidencial, asimismo sus ministros, y el presidente del senado Álvaro Elizalde, que también dio lo suyo en la pista. Este evento, que puede parecer trivial y secundario, forma parte de nuestras tradiciones patrias, y hacerlo y hacerlo bien, demuestra respeto y cariño por lo nuestro. Del mismo modo, la participación del presidente y todos los poderes del estado, en el Te deum ecuménico, un momento en que el poder político del país, inclina con respeto la cabeza. Cristianos y no cristianos, participan por igual, en muestra de que Chile nos une, incluso en lo que somos distintos.

            Soy un patriota chileno, y amo las tradiciones criollas. Como estudioso de la historia, aprecio en toda su magnitud las ceremonias, los actos y manifestaciones donde se evoca el heroísmo de quienes nos precedieron. Me emociona saber que humildes hombres y mujeres campesinos, dieron la libertad a Chile, dejando su sangre en las batallas de la patria vieja, y en las gestas de Chacabuco y Maipú. Por esos hombres y mujeres de nuestro pueblo, nosotros no podemos fallar, debemos seguir adelante, para dar a Chile el futuro de paz y progreso que se merece. ¡Viva Chile!

Ernesto Sepúlveda Tornero