Este año 2020, tendremos en Chile una seguidilla de instancias electorales. El 26 de abril será el plebiscito, donde decidiremos entre las opciones APRUEBO y RECHAZO, a una nueva constitución. Deberá votarse en la misma instancia, entre un CONVENCIÓN MIXTA (Integrada en parte por representantes electos y en parte por integrantes electos por el parlamento) y la CONVENCIÓN CONSTITUYENTE (integrada totalmente por representantes electos por la ciudadanía).
El 26 de febrero inicia la propaganda electoral de las opciones en disputa, y el 27 de marzo inicia la franja electoral gratuita en canales de televisión de libre recepción. La propaganda electoral concluye a las cero horas del 23 de abril.
Pero este año se eligen alcaldes y concejales, y además por primera vez los gobernadores regionales. Se efectuarán elecciones primarias para elegir a candidatos a alcalde y gobernador regional el domingo 7 de junio.
Las elecciones de alcaldes, concejales, y gobernadores regionales, se efectuarán el domingo 25 de octubre. En dicha fecha, eventualmente, se elegirá a los convencionales constituyentes.
El 22 de noviembre se efectuaría la segunda vuelta electoral, del gobernador regional, si en primera vuelta ninguno superara el 40% de los votos.
En medio de esta verdadera vorágine electoral, las preocupaciones de las grandes masas asalariadas, están muy distantes del calendario que políticos de gobierno y oposición ya manejan al dedillo. El descontento social, expresado en todo el país, a partir de octubre 18, tiene por fundamento condiciones estructurales de nuestro modelo de desarrollo. Aunque no suene popular decirlo, el cambio de constitución no resolverá ni el desequilibrio crónico en la distribución de los ingresos, ni la calidad de la salud, la educación o las pensiones de millones de chilenos.
Por qué, entonces toda la discusión pública, aparece capturada por el tema constituyente? Muy sencillo, porque el origen de nuestro actual ordenamiento constitucional, aparece cuestionado mayoritariamente, por su ilegitimidad de origen, y por la orientación ideológica que la inspiró. Parece un contrasentido, porque la constitución del 80´ la redactó media docena de abogados, sin participación ni discusión popular, y nos ha regido hasta ahora, pese a los más de 40 cambios efectuados. La necesidad de redactar un nuevo texto, se asocia al mejoramiento de la calidad de nuestra convivencia democrática. También en el inconsciente colectivo, está la idea de una redistribución del poder. Es el aspecto en que coincide la academia con la calle, en un nuevo pacto social, se plasma el tipo de sociedad que aspiramos a tener. En este caso, sería la primera ocasión en nuestra historia republicana, que estaríamos ante un proceso constituyente, tan amplio y participativo.
La realidad económica y social que enfrentamos desde el año pasado en Chile, dista mucho de las promesas efectuadas por la actual administración. Sin embargo, las causas del denominado “estallido social”, son mucho más amplias y profundas. Abordar con claridad y transparencia la respuesta a las materias de la agenda social, es un imperativo que debiera convocar a todas las fuerzas políticas. Sin embargo, el liderazgo político parece capturado por la estridencia, por la lógica de trincheras, que nos lleva a un conflicto con suma cero. No se trata de revivir la experiencia de la “política de los acuerdos”, de los años 90’, a la cual nos referimos en columnas anteriores. Se trata de sentar las bases de un nuevo diálogo social, el cual deberá manifestarse también en la discusión constituyente.
La tarea de todos sin exclusión, es generar las condiciones, para que podamos hablar y acordar una agenda social de urgencia. Antes que toda la energía se vuelque, a las campañas del plebiscito, de las primarias de alcaldes y gobernadores. Y posteriormente en octubre la votación para elegir al gobernador regional, alcalde, concejales, y convencionales constituyentes.
Quienes más se han oído en medios y redes sociales, son los sectores más extremos de derecha e izquierda. Son los partidarios del estatus quo. Con discursos que fomentan la animadversión, cuando no el odio, por nuestros compatriotas, pretenden sembrar el temor acerca del futuro. Y ya lo han conseguido en parte. Personalmente conozco decenas de pequeños y medianos empresarios, temerosos de lo que está pasando en las calles. La destrucción de semáforos, y cámaras de seguridad, mobiliario urbano, ha sido seguida por el incendio de locales comerciales, oficinas, atentados contra edificios públicos, monumentos, tumbas e iglesias.
Lamentablemente quienes no creen en la democracia representativa, ni en los derechos humanos, se mimetizan detrás de las marchas y manifestaciones pacíficas. Y ha existido tibieza, en el rechazo a la violencia y el pillaje, por parte de los dirigentes políticos.
El pueblo de Chile, ha demostrado una y otra vez que es amante de la paz, que desea mejorar su condición actual, pero sin perder lo que tiene. Sin perder el empleo, sin perder el entorno donde vive y trabaja. Se equivocan quienes creen que los grupos más violentos, representan al pueblo de Chile. Minorías iluminadas, existieron antes y existen ahora, sin ninguna relevancia, y sin ninguna vinculación con el tejido social.
Hay que tranquilizarnos, sembrar semillas de paz, generar ambientes propicios para el dialogo, en empresas, juntas de vecinos, y sindicatos. El pacto social que construiremos, consagrará derechos y respetará libertades, garantizará la dignidad del trabajo, y el valor del emprendimiento y la libre empresa.
Para llegar a un desarrollo integral e inclusivo, no existen atajos, ni balas de plata que maten la desigualdad. Debemos ponernos de acuerdo como sociedad, y un paso imprescindible es realizar un ejemplar proceso constituyente. Trabajemos por ello, y recuperemos la fe y la esperanza.
Ernesto Sepúlveda Tornero
Punta Arenas, Lunes 10 de febrero de 2020.