La primera quincena de septiembre para gran parte de la sociedad chilena, es memoria histórica. Es la tragedia que vivimos como país, y que, a 52 años, todavía muestra heridas sin cicatrizar. La memoria del 11 de septiembre, aún hoy día es una fecha que divide. Lo que debiera ser un recuerdo emocionado, se transforma en consigna de los deudos, de las víctimas, de quienes sufrieron y aún padecen los efectos del horror. En esta ocasión como en otras tantas anteriores se multiplicaron los actos y ceremonias por todo el país. También en Magallanes. Es difícil no emocionarse al escuchar los testimonios de los sobrevivientes.
Hombres y mujeres víctimas de prisión y tortura, en recintos militares, como también en una céntrica casa, ubicada en Avenida Colón 636 de Punta Arenas. En este sitio desde hace más de una década se pretende construir y habilitar un espacio, que, con dignidad, conserve la memoria de lo que sucedió en Magallanes. No es con un ánimo revanchista, ni deseos de desquitarse o vengarse. Lo que expresan los hombres y mujeres sobrevivientes son el deseo de transmitir a las nuevas generaciones, la importancia de la libertad, de la democracia y del respeto a los DDHH. Tuve oportunidad de presenciar la exposición del trabajo realizado por escolares, que quisieron indagar, por esa casona de tres pisos, parcialmente destruida de Avenida Colón. En
sus palabras de adolescentes, expresaron la curiosidad y el temor que les daba pasar por allí. Lo que descubrieron en su investigación, los dejó muy impresionados, impactados. Así de importante es la memoria histórica. No es un gusto ideológico de personas afiebradas, ni menos de personas rencorosas, “que quieren reabrir heridas del pasado”, como suelen decir los sectores nostálgicos de la dictadura. Es un llamado de alerta que nos llega a través de décadas de intentos por acallar la historia, intentos de blanqueo de un régimen criminal, que no sólo violó atrozmente los derechos humanos, sino que también robó, estafó, engañó.
para enriquecerse a costa del patrimonio de toda la nación.
Sería largo de referir las atrocidades y las barbaries, y no es el propósito de esta columna. Más bien, la idea es denotar la importancia suprema de conservar la memoria viva, y defender por sobre todas las cosas la verdad histórica. Porque como se cuenta la historia, es un terreno en permanente disputa. Y quienes sustentaron ideológicamente al régimen civil militar, gozan de buena salud, gracias a la mala memoria, y a la falta de educación cívica. Millones de personas caen presa hoy de los cantos de sirena de los movimientos proto fascistas, por todo el mundo, las ideas que provocaron la mayor conflagración mundial de la que se tenga memoria, vuelven a resurgir de la mano de liderazgos populistas y autoritarios. Vestidos con ropajes democráticos, compiten en los procesos electorales, disputando el poder a las fuerzas liberales y progresistas.
También en Chile se corre ese riesgo. Vimos por televisión el primer debate presidencial. En medio de una campaña desatada en redes sociales, mediante el uso de bots, dispositivos electrónicos programados, para repetir hasta el infinito, mensajes de odio, acoso a adversarios. O para derechamente difundir información falsa. La línea que separa a quienes legítimamente presentan sus propuestas de gobierno al país, y quienes se dedican a amedrentar a la población, es muy difusa. El lenguaje agresivo, las frases cortantes y amenazadoras, expresadas con total calma y hablando pausadamente, provocan más temor, que si quien las dice estuviera vociferando, como acostumbraba el siniestro Cabo Adolfo en 1933. Y así lo recordó el profesor Artés en el debate, Hitler llegó al poder a través de elecciones democráticas. También ganó de ese modo
Donald Trump, que hoy tiene al mundo en vilo, con sus arbitrariedades. Otro del mismo cuño, recientemente fue condenado a 27 años y tres meses de cárcel, por planear un golpe de estado en Brasil. Tan perdidos o equivocados están los conservadores chilenos, que hace unos años, se homenajeó con una vistosa torta verde, a Jair Bolsonaro, que cumplía años al momento de su visita a Santiago.
Lo que se juega en la elección presidencial y parlamentaria en noviembre, es muchísimo más
importante que reemplazar a un gobierno por otro. De lo que se trata es de defender la estructura de derechos sociales y garantías individuales conquistados a través de 35 años de gobiernos democráticos. Se pone en juego décadas de avances y progreso social, que ha consolidado una sociedad con crecientes niveles de igualdad, y que ha mejorado sustancialmente sus condiciones materiales de vida. La oferta de sustituirlo todo, de manera radical, reduciendo el estado a su mínima expresión, es la oferta de los Chicago Boys, que implantaron en dictadura, gracias al poder de las armas, gracias a la opresión y el miedo. Su resultado económico fue dinamitar los sectores productivos nacionales, aumentar el desempleo, y lanzar al 40% de la población a la pobreza. Ese fue el legado que entregó el tirano Pinochet al primer presidente electo Patricio
Aylwin en 1990.
Pero el discurso extremo y facilista hace agua a poco andar. Incluso la candidata del sector
conservador heredero del presidente Piñera, ha denunciado que las cifras de recorte de gasto fiscal que ofrece el sector ultrón, es totalmente inviable. No se sustenta en cifras y fundamentos económicos sólo en el discurso.
Con una población que se informa mayoritariamente por redes sociales, no es raro que un sector
político extremo haya invertido recursos en campañas de bots y fake news. Es una herramienta de campaña que vienen usando los ultra conservadores hace décadas. Pero no todo es miel sobre hojuelas para los partidarios del discurso radical neoliberal. La economía es muy sensible a las expectativas, no basta con ofrecer rebajas de impuestos por doquier. Los actores económicos saben, que siempre alguien paga el almuerzo. Frase del famoso economista neoliberal Milton Friedman, no existen los almuerzos gratis. Toda rebaja de impuestos, debe tener como correlato una cantidad equivalente de ingresos fiscales que mantenga el equilibrio. Vemos ofertas tipo liquidación falabella, uno ofrece rebajar 8.000 millones de dólares en el gasto fiscal en 18 meses, otro más chamullento aun, ofrece rebajar 15 mil millones de dólares en el primer año,
estos ofertones no son más que realismo mágico económico. Y si a algo tienen aversión los actores económicos, es al realismo mágico. Ningún inversor va a apostar a grandes proyectos, sobre la base de una promesa sin fundamento alguno. No se puede engañar a la economía, y quienes lo han intentado, pretendiendo, por ejemplo, violar la autonomía del Banco Central, se han dado con la puerta en las narices.
Sólo basta ver el experimento del ultra conservador transandino, que ha pretendido compensar las rebajas de impuesto a los sectores más ricos, con recortes de gasto social, y eliminación de beneficios a los más vulnerables. Es la receta perfecta para un clima de inestabilidad social, del cual en Chile recién nos venimos recuperando.
Es muy posible que varios de quienes leen o escuchan esta columna, no vieron el primer debate
presidencial. Recomiendo que lo revisen, como un ejercicio de responsabilidad cívica. No se puede llegar a la urna solo alimentado por los ejércitos de bots, y las frases machaconas que repiten hasta el hastío. La inmensa mayoría de los chilenos y chilenas son beneficiarios del sistema de protección social, financiado por el estado. Educación superior gratuita para el 60% de hogares más vulnerables. La PGU ex PBS (pensión básica universal). Co-pago cero en los establecimientos públicos de salud. Sería muy difícil de enumerar el conjunto de derechos sociales reconocidos y financiados por el estado, que hoy están bajo la amenaza populista neoliberal. Los hermanos argentinos se dieron cuenta demasiado tarde, y hoy el arrepentimiento y la resignación acompañan una pobreza desatada.
No estamos obligados a pensar todos lo mismo, y en buena hora es así. Combatimos y derrotamos a la dictadura, para poder pensar y decir lo que se nos da la gana. Por eso es tan importante tomar consciencia de la decisión que tomaremos, y del impacto que tendrá en nuestras vidas. Mujeres, jóvenes, trabajadores, pensionados, personas mayores, especial atención. No existen los almuerzos gratis.
Ernesto Sepúlveda Tornero