En el transcurso de la historia hemos visto representada a la mujer como musa
inspiradora de las artes visuales. Esta se proyecta en figuras sagradas o profanas,
constituyendo alegorías, figuras de deseo y belleza. No obstante, ¿por qué a lo largo del
tiempo la mujer se ha visto como un objeto de contemplación y deseo por parte del
mundo masculino? Y, en perspectiva de los estudios actuales, ¿solo nos quedamos en
estudiar la representación del mundo femenino, o también consideramos explorar en la
historia no contada del rol de la mujer en el campo creativo?
Cuando pensamos en el papel de la mujer en la Historia del Arte como “homo
faber”, nos damos cuenta de que son siglos de un relativo desconocimiento. Hoy en día se
ha querido revindicar esto abriendo espacios de investigación y reconocimiento de
aquellas grandes artistas. Del mismo modo, las instituciones culturales se han preocupado
de ampliar la visión del desarrollo de la mujer en el arte. Dentro de las artistas
renacentistas y barrocas podemos distinguir a Sofonisba Anguissola, Artemisa Gentileschi
y Lavinia Fontana, pintoras que se encuentran bajo un denominador común, esto es, llevar
a cabo su talento ante escenarios adversos para la mujer. Debemos contemplar que el
aporte de ellas fue centrarse en la representación psicológica de los retratos femeninos,
otorgando un cierto protagonismo a las mujeres, ya sea como heroínas bíblicas y
mitológicas, así como también por los retratos de la corte.
En pleno siglo XX, diversas artistas de las vanguardias abrieron paso al nuevo perfil
de la mujer, considerando su visión crítica de la sociedad. María Blanchard fue una pintora
cubista que, contra todo pronóstico de una vida compleja por su salud, con su talento
artístico pudo sobrellevar amplias dificultades, proyectando constancia y fortaleza para
desarrollar su arte. Asimismo, Sonia Delaunay lleva el arte de la vanguardia al espacio del
arte textil y la instalación, siendo una pionera en la vinculación de la labor pictórica con el
diseño de vestuario, en particular con su exposición “La boutique des mode”. En el caso de
Frida Kahlo, su legado e impronta visual se encuentra en la representación de la mujer
mesoamericana empoderada de su realidad estética e identitaria, lo que se vislumbra, por
ejemplo, en su pintura “Mi vestido cuelga aquí”, donde exalta la estética femenina
indígena. Finalmente, Tarsila do Amaral contribuye en el campo visual, forjando un retrato
de la identidad brasileña, en el que funde lo selvático-indígena y lo industrial-moderno;
una identidad hibrida, que nos hace reflexionar sobre la propia cultura de lo americano.
Al estudiar la importancia de la mujer en el desarrollo del arte, debemos
considerar que todas eran “hijas de su tiempo”, y no siempre fueron valoradas. No
obstante, es necesario hacer nuevas lecturas del pasado e incluir en el relato de la historia
a las mujeres creadoras, contemplando la igualdad de género en nuestra actualidad.