Este domingo ha concluido en Chile un gran ciclo de procesos electorales iniciado en el año 2020 con el
primer proceso constitucional y concluye con la elección presidencial 2025. Visto en retrospectiva un calendario electoral que nos tuvo concurriendo constantemente a las urnas. Un proceso agotador cuyos efectos en la masa ciudadana no se ha analizado suficientemente. Una señal de la lejanía de la clase política de los electores, al haber decidido un calendario de votaciones tan exigente, y luego haber repuesto el voto obligatorio, sin prever el hastío y el agotamiento de los electores.
Pero estos son aspectos meramente procedimentales, que no desmerecen en lo más mínimo el demoledor resultado de la segunda vuelta presidencial. Como anticiparon todas las encuestas, se impuso el candidato del sector conservador José Antonio Kast por sobre la candidata del progresismo Jeannette Jara. Como nunca antes, los vilipendiados estudios de opinión acertaron tanto en el resultado como en la magnitud del mismo, donde siempre se anticipó un resultado de 60% versus 40%. Si bien algunos más osados aventuraron un resultado similar al primer plebiscito de salida, donde el progresismo obtuvo un 38%. El resultado de Jeannette Jara mejoró un par de puntos esa performance, pero no logró superarlo sustancialmente.
Como lo hemos referido en columnas anteriores, en Chile desde la elección presidencial de 2009 en que se impuso el difunto presidente Piñera, hasta esta de 2025, se han alternado en el triunfo los sectores progresista y conservador. El último presidente que logró entregar la banda presidencial a una representante de su propio sector, fue el presidente Ricardo Lagos en el año 2006, que la entregó a la presidenta Michelle Bachelet en su primer mandato. A partir de allí, en 2010 la presidenta Bachelet debió entregar la banda al presidente Piñera. Luego éste le entregó la banda a la presidenta Bachelet en 2014, y luego ella la entregó por segunda vez al presidente Piñera en
- Habrá que esperar hasta 2022 para que en el elenco de presidentes surja un nuevo nombre. Allí el presidente
Piñera entregó la banda a Gabriel Boric, primer presidente del progresismo que no proviene de la ex Concertación de
Partidos por la Democracia.
El ciclo de alternancia se consolida prácticamente como una característica constitutiva de la democracia
chilena. En marzo de 2026 el presidente Boric le entregará la banda presidencial a José Antonio Kast, el político
conservador más votado, y el presidente con el mayor caudal de votos obtenido en la historia electoral chilena, en
virtud al voto obligatorio. Será primera vez que un representante político del sector más duro de la derecha se alza
con el triunfo.
La campaña electoral de 2025 se caracterizó por su rudeza, con acusaciones cruzadas de todo tipo, y una
gran cantidad de promesas de campaña. Las propuestas más vistosas que se efectuaron, son las relativas a la
delincuencia, a la inmigración irregular y al crecimiento económico. Tras el holgado triunfo y con la cabeza fría
llegará el momento de definir las cifras concretas de estos compromisos, y la compleja tarea de construcción de
equipos del nuevo gobierno.
El progresismo deberá lamer sus heridas, y ojalá hacer esa autocritica pendiente ya muchos años. La
responsabilidad con cerca del 42% del electorado del país que respaldó al proyecto progresista, obliga a hacer una
oposición constructiva, leal con Chile y respetuosa del dictamen de la ciudadanía.
El progresismo selló su declive en 2017 cuando no apoyó la candidatura del presidente Ricardo Lagos, ese
fue el error de diagnóstico más grande en el ámbito presidencial. El desgrane y desangramiento del centro político
iniciado allí, se profundizó en 2021, y el insospechado triunfo electoral de Gabriel Boric, sólo postergó el análisis. De
algún modo la integración de una coalición con un nuevo eje hegemónico fuera de la centro izquierda, fue un
placebo político que evitó hacer la necesaria autocrítica.
Los gobiernos de cuatro años son extremadamente breves para realizar cambios profundos, e incluso son
breves para consolidar una agenda legislativa de corto plazo. El nuevo gobierno conservador va a tener mayoría en la
cámara de diputados, pero no en el Senado, lo que es una buena noticia para la estabilidad institucional. Así como el
gobierno de Gabriel Boric no pudo cumplir su promesa de hacer grandes transformaciones sociales y ser la tumba
del neo liberalismo, tampoco José Antonio Kast podrá realizar un cambio radical, sino sólo la agenda legislativa que
obtenga las mayorías necesarias.
Ahora que la elección ya pasó, estaría bueno sincerar las cosas. Ni el proyecto del progresismo pretendía
instalar un gobierno filo soviético, ni la propuesta del sector conservador consideraba regresar al Chile de los años 80’. Ambas alternativas políticas representan enfoques distintos, dentro del sistema económico de libre mercado.
También será el momento de reconocer que los indicadores macro económicos del país corresponden a una economía estable, con la inflación contenida, el desempleo a la baja, y una proyección de crecimiento económico para 2026 con crecimiento moderado pero sostenido. No es cierto que Chile se cae a pedazos, ya desde La Moneda,
el sector conservador debe asumir con responsabilidad, las condiciones reales del país, para poder trazar el destino de desarrollo y progreso, que tanto el mundo progresista como el conservador desean para Chile.
No debemos dar jamás por sentada la democracia y nuestro estado de derecho, los avances conseguidos
desde 1990 deben llenarnos de orgullo. Somos un país ejemplar, que hace una elección con más de 13 millones de participantes, y en menos de dos horas de terminada, se publican sus resultados. Resultados que son respetados y no cuestionados por ningún sector. Si pensamos que en Honduras votaron hace dos semanas y aun no terminan de escrutar los votos, lo que Chile hace elección a elección es un éxito notable de una institución pública que es el Servicio Electoral. Un orgullo que debe reconocerse y destacarse.
Afortunadamente la campaña electoral ya concluyó, y constituye un gran epílogo ver al presidente de la
república llamar por teléfono al presidente electo, donde felicita el triunfo y compromete la colaboración para un traspaso ordenado del poder, e invita al presidente electo a La Moneda. Estos gestos republicanos son los que fortalecen la unidad nacional, y son los hilos que tejen el entramado complejo de nuestra sociedad. Las urnas hablaron, y el país vuelve a girar a la alternancia, sólo queda dar lo mejor de cada uno, desde el lugar en que nos encontremos en cada rincón de la patria. Ese es el deber cívico y la conducta responsable y consecuente con las ideas de progreso y justicia social que profesamos.
Ernesto Sepúlveda Tornero